EL PUERTO DE SABANILLA, ANTESALA DE LA GLOBALIZACIÓN DE BARRANQUILLA
EL
PUERTO DE SABANILLA,
ANTESALA
DE LA GLOBALIZACIÓN DE BARRANQUILLA
EL SITIO DE
CANOAS,
ANTESALA DE NUESTRA ACTIVIDAD COMERCIAL
ALFREDO DE LEÓN
Magíster en ciencia política, Universidad de los Andes
De
Barranquilla se nos ha dicho, que debemos sentirnos orgullosos de ser parte de
la relación geográfica-económica la cual se caracteriza por la expresión fluvial-marítima
que poseemos. Y a fe que es verdad lo señalado, ya que parte de nuestra
historia ha girado en torno al río Magdalena, su desembocadura, y por supuesto,
la parte del litoral marítimo del mar Caribe en donde limitamos.
Lo
fluvial tiene orígenes comerciales, cuando indígenas chimilas navegaban a través
del Magdalena, y comerciaban con sus similares precolombinos de Malambo. Quizás
antes que los españoles, de pronto Caribes y Arawak atravesaron la turbulenta
corriente de Bocas de Ceniza.
Fue
precisamente en el llamado paisaje fluvio-marítimo, aluvial y encharcable de
las bocas del río Magdalena, en donde nuestros antepasados indígenas, tal vez
quizás, a finales del segundo milenio a. C., se establecieron en dicha zona
para habitar y vivir de las pesquerías y de la agricultura de yuca, maíz y
auyama[1].
Recordemos que antes de los Caribes y Arawak nuestros primeros antepasados
fueron recolectores de moluscos.
Lo
que es si es claro, es que Pedro de Heredia se encontró con unos indígenas
chimilas en un varadero de canoas, posiblemente
en el Sitio de Camacho “Kamach”[2],
en donde departió con ellos. Sitio que se ubica cercano a donde años más tarde
estaría la Hacienda de Nicolás de Barros
denominada “San Nicolás”, génesis de nuestra Barranquilla.
Pero
es lo marítimo lo que abre a Barranquilla ante el mundo, y por supuesto a la
Nueva Granada en su momento español, y más tarde a nuestro país en los inicios
de su período republicano. Y lo marítimo se inicia con Sabanilla, su ensenada y
luego su puerto, y más tarde el tren que la comunicaría con Barranquilla. Es en
ese momento cuando como diríamos en térmicos de hoy: nos globalizamos los
barranquilleros.
Precisamente
en el censo de 1777 adelantado por la autoridad colonial en la Nueva Granada,
se registró una población de 2.590 personas en San Nicolás de Barranquilla y 43
en Sabanilla. De estos, en la primera había 28 navegantes y bongas. “Como
navegantes figuran por lo general vecinos con el título de “don” lo que parece
indicar su condición de blancos o mestizos de cierta solvencia económica y
prestigios social”[3],
dato y cifra que muestra para la época una creciente actividad naviera en
nuestra ciudad.
SABANILLA SE
IMPUSO EN MEDIO DE LOS
EGOISMOS
REGIONALES
Sabanilla
nunca fue un puerto natural al estilo de la Cartagena de hoy; ni tampoco un puerto construido al estilo de
la actual Barranquilla. Fue una especie de ensenada bahía, que por ese
entonces, en tiempos de la Colonia ofrecía la posibilidad de ser bordeado por embarcaciones,
las cuales desembarcaba pasajeros y mercancías que con apoyo de bongos eran
llevados a la orilla.
Precisamente
el historiador Sergio Paolo Solano señala que Sabanilla hacia 1744 era un
referente que contaba con algunos pobladores y agricultores pobres, la define
geográficamente como “Una pequeña ensenada conformada por las costas de tierra
firme y el cordón litoral que existió al occidente de Bocas de Ceniza,
integrado por las islas Verde, isla de Sabanilla, isla Portovelillo, y otras;
en esta ensenada desembocaban algunos canales menores del Magdalena a los que
posteriormente se le dieron los nombre de caño de la Playa, caño Nuevo, caño de
la Piña, y a través de los cuales se facilitaba la comunicación con el cauce
principal del río y consecuencialmente con todo el interior del virreinato[4].
Inicialmente
a Sabanilla en tiempos de la Colonia se le tuvo como punto de contrabando, ya
que la legalización de las mercancías españolas se hacía en Cartagena. Pero
viendo que se podían comprar productos ingleses o franceses, traídos por
comerciantes de estas naciones en naves que bordeaban la ensenada de Sabanilla,
contrabandistas locales, españoles o criollos, o en unión de ambos, comerciaban
con sus supuestos contrarios y luego el contrabando era negociado en las
principales ciudades de la Nueva Granada, como Mompox y la capital Santafé.
Al
respecto hay que tener presente, que la época colonial, y podríamos decir que
al igual que hoy, los productos manufacturados ingleses y francés eran superiores
en calidad y precio a los españoles. Además, el comercio exterior colonial era
muy gravoso en cuanto a la importación hacia la Nueva Granada, con imposiciones
tales como: almojarifazgo, de alcabala, de toneladas y de avería”, entre otros.
A
decir de Sergio Paolo Solano, “En efecto, durante la segunda mitad del siglo
XVIII Sabanilla adquiere importancia para toda la zona del bajo Magdalena y en
especial para la villa de Santa Cruz de Mompox y el sitio de San Nicolás de
Barranquilla, no como unidad poblacional sino como un lugar geográfico que
garantizaba ciertas condiciones para llevar a cabo trato comercial ilícito con
los ingleses, trato que comenzó a darle cierta relevancia comercial al sitio de
Barranquilla y que es lo que explicaría, en parte, el favor con que los nativos
y foráneos ligados económicamente a este sitio, abrazaron la causa de la
independencia”[5].
Igualmente
el investigador Conde Calderón señaló que “Otros lugares del activo contrabando
eran Sabanilla y Barranquilla de San Nicolás, en la desembocadura del río
Magdalena las mercaderías llegaban por el río y pasaban por el pueblo de la
ciénaga de las dos Barrancas del Rey y de San Luis Beltrán, Tenerife,
Tamalameque, Santa Cruz de Mompox y Bartolomé de Honda. (…).
“A
tal extremo llegaba la práctica del contrabando por Sabanilla y Barranquilla
que el guarda mayor del puerto de Cartagena le informaba al Rey que muchos
vecinos de Cartagena se habían trasladado a vivir al sitio de Barranquilla por
estar situado a solo cinco leguas de Sabanilla, facilitar el tráfico de canoas
con las naves extranjeras y ser además, un punto clave para comunicarse con
Mompox, Honda y Antioquia siguiendo el curso del río Magdalena”[6].
Marcos
Palacio también reafirma al puerto de Sabanilla como epicentro de contrabando
durante la Colonia
El Castillo San
Antonio de Salgar uno de los
pocos monumentos históricos que conserva una arquitectura colonial, genuina,
abrió sus puertas como un centro de recreación, cultura y entretenimiento
para el caribe colombiano. El conocido fuerte de San Antonio de
Salgar, localizado en lo que hoy se denomina Puerto Colombia y anteriormente
Puerto de Sabanilla viene a ser el único testimonio arquitectónico que aún
conserva rasgos de la arquitectura colonial, cerca de la desembocadura del Río
Magdalena, se encontraba la ensenada del pequeño caserío de sabanilla que en
ocasiones servía de fondeadero a las naves y embarcaciones que se acercaban a
su playas. Su estratégica ubicación fue un lugar ideal para la introducción de
contrabando, utilizando el Río Magdalena como vía de acceso al interior del
país. Es por eso que con el paso de los años llegó a convertirse en un próspero
puerto. Conocedores de la situación, las autoridades españolas con asiento en
Cartagena, ordenaron la construcción de un fuerte sobre la loma llamada de san
Antonio cerca del caserío de sabanilla, desde el cual se pudiera divisar las
embarcaciones que pretendían atracar en esa zona o remontar el Río Magdalena.
Ese fuerte del que aún existen vestigios en el corregimiento de Salgar, en su
época se conoció con el nombre de Santa Bárbara o San Antonio.
Con
la independencia a medias, toda vez que con la Batalla de Boyacá apenas
comenzaba un proceso que duró unos cuantos años más, hasta que salió el último
soldado español en armas, y con Cartagena tomada por los realistas entre 1815 y
1820, la naciente joven república vio en Sabanilla una posibilidad de habilitarla
como puerto para la exportación e importación de mercancías. Situación que se
dio, pero que luego por presiones de comerciantes cartageneros (1821) y
samarios (1838) influyeran para que Sabanilla fuera cerrado como puerto al
comercio internacional. Tal como hoy, en el ayer histórico también existieron
lo que podríamos denominar celos regionales por el desarrollo económico-social,
lo cual es aprovechado, para bien o para mal, por las elites del caso, o los
políticos profesionales con interese definidos.
El
cierre de Sabanilla en 1821 tuvo como referente el Decreto de 13 de octubre del año citado, y fue firmado nada
menos y nada más que por Francisco de Paula Santander en el Rosario de Cúcuta,
facilitándole la posibilidad de exportación de frutos, tal como sucedió años
más tarde.
Hacia
1842 Sabanilla vuelve a ser puerto para la exportación, y a decir de los
expertos, con ello se inicia el despegue definitivo de Barranquilla como
ciudad. Se sustentó lo citado en la Lei 7ª de Julio 1 de 1842, la cual en su
Artículo 10 señalaba al respecto: “El Poder Ejecutivo podrá habilitar para la
importación el puerto de Sabanilla en la provincia de Cartagena, en los mismos
términos que lo están los demás puertos habilitados d ela República”. Se impuso
un arancel del 15 demás a lo establecido en los otros puerto d ela joven
nación. Esto se dio de la mano de las exportaciones e importaciones que años
más tarde fueron autorizadas. Precisamente Manuel Murillo Toro en “Memoria de Hacienda
de 1851”, señala “La exportación de otros artículos como cacao, café, cueros de
res, dividivi, maíz, palo Brasil, palo mora, quina, sombreros, etc.,” como
productos exportados a través de Sabanilla[7].
De esta manera, la que luego sería capital del Atlántico, Barranquilla, recibe
a su favor la experiencia comercial de casas nacionales y extranjeras que se
ubican en nuestra ciudad para tales fines. Con el correr de los años comenzaron
a llegar extranjeros de muchas nacionalidades, los cuales trajeron experiencia
comercial e industrial, capital, pero sobre todo, ganas de salir adelante en un
medio que inicialmente fue desconocido para ellos, pero que luego dominarían a la
perfección.
Sabanilla
y su ensenada, más tarde su tren, fueron los que hicieron a Barranquilla como
la ciudad comercial e industrial que llegaría a su cúspide en los años 60 del
siglo XX y que hoy, a la luz de los tratados de libre comercio, quiere
recuperar el protagonismo industrial y comercial de su época dorada.
A
Barranquilla siempre la ha acompañado la “madre naturaleza”, su entorno
fluvial-marítimo, y por supuesto, la tenacidad de su gente y el aporte
extranjero. Entre mediados del siglo XIX, “Cartagena contaba con una precaria
comunicación con el río (Magdalena) a través del Canal del Dique que, al estar
prácticamente obstruido durante casi todo el siglo, obligaba a los viajeros y a
la carga a utilizar un accidentado camino de herradura, o a hacer innumerables
transbordos. De otra parte, el trayecto entre Santa Marta y el Magdalena tenía
que cubrirse a través de una difícil vía compuesta por ciénagas y caños, los
cual no era muy expedito para el transporte de mercancías”[8].
La exportación e importancia de mercancía por dichos puertos era difícil o
imposible.
La
Situación señalada fue aprovechada por Sabanilla, que pasó a convertirse en un
puerto activo para la exportación de tabaco, quina, y café, así como para la
importación de telas, maquinaría, productos comestibles y demás. Amén,
Barranquilla despejo como ciudad.
Dado
que el entonces canal de La Piña facilitaba el transporte de mercancías entre
Barranquilla y el ya habilitado políticamente puerto de Sabanilla, imponiéndose
la naturaleza sobre el clientelismo de interés políticos de corte mezquinos de
tipo regional, se decide llevar a cabo la empresa de la construcción de un
ferrocarril entre Barranquilla y dicho puerto, dado que el canal antes
mencionado en épocas de verano se dificultaba su tránsito, y es así como dicho
proceso trascurre entre los siguientes hechos y situaciones:
§ El Estado Soberano de Bolívar
a través de su Convención Constituyente promulgó la Ley de 4 de Mayo de 1865,
dando atribuciones a su Ejecutivo para llevar a cabo la contratación de una concesión,
que a través de vía férrea comunicara a
Sabanilla con la ya pujante Barranquilla, ya fuera mediante máquina a vapor o
tren movido con apoyo animal.
§ El 23 de Agosto el Estado Soberano
de Bolívar firmó con el general Ramón Santodomingo Vilá y Ramón B. Jimeno un
contrato para construir la vía férrea antes mencionada, otorgándoles los
privilegios de explotación por 50 años, con la posibilidad de prórroga por 25
años. Cualquier parecido con los contratos de hoy en día, incluyendo los de las
sociedades portuarias, son coincidencias de la historia del país, en donde en
algunas veces esta se da como tragedia y otras como comedia.
En
el contrato citado hubo influencias políticas toda vez que Santodomingo Vilá
fue un hábil político que siempre supo estar cerca del poder, sus personajes y
decisiones, y sobre todo, de acuerdo a las circunstancias, hizo uso del trasfuguismo
político, pero sobre todo, fue Presidente del Estado Soberano de Bolívar.
En
el caso Ramón Jimeno hay que señalar que éste ya antes venía usufructuando el
contrato de mantenimiento del canal de la Piña, y al cual había que pagarle por
la carga que se movilizaba por dicha vía fluvial[9].
Los contratos, al igual que hoy, se lograban por influencia clientelista.
Por
presiones e interese políticos la entonces “clase dirigente” cartagenera trató
de torpedear el contrato citado, por lo que se le dio un empujón a la Ley del 4 de Mayo de 1865. Estamos hablando
de una ley establecido por la Convención Constituyente del Estado de Bolívar,
la cual solicitó una ley que autorizara al Gobierno para conceder los
privilegios de construcción de "un camino de carriles de hierro servido
por máquinas de vapor que ponga en comunicación la ciudad de Barranquilla con
el puerto de Sabanilla". Dicha ley posteriormente fue sancionada por el
presidente del Estado de Bolívar, Amador Fierro, y el 25 de agosto de 1865 se
otorgó el contrato a los señores Ramón B. Jimeno y Ramón Santodomingo Vila.
Para
1866 se libraron varios debates en el Congreso colombiano, tanto en Senado,
donde Santodomingo Vila era su presidente, como en Cámara, para que el Estado
Central le diera el visto buena a la obra citada y asumiera la posición de garante,
como en sucedió posteriormente. Pero tal aprobación chocó con los interese ya
anteriormente establecidos a través de lay de 29 de marzo de 1865 en la cual se
señalaba: “Autorizase al poder ejecutivo del estado (Bolívar) para conceder
privilejio al señor William Francis Kelly para construir un camino de carriles
de hierro que ponga en comunicación la ciudad de Cartajena con cualquier punto
de la ribera occidental del Magdalena, &a”[10].
La
discusión en el Congreso se centró en que si ya se había aprobado por parte del
Estado de Bolívar un contrato para llevar una vía férrea entre Cartagena y el
río Magdalena, por cualquier punto que la empresa de Kelly determinara, no se
necesitaba otra vía férrea, como era la de Sabanilla a Barranquilla. La
situación fue de intereses bien encontrados.
Las
discusiones en el Congreso por los contratos del Estado de Bolívar con los
señores Santodomingo Vila y compañía por un lado, y el señor Kelley por otro,
concluyó temporalmente con la siguiente conclusión legislativa:
“Vista la resolución de la
corte suprema federal, suspendiendo la lei de 4 de mayo de 1865, espedida por
la convención del estado soberano de Bolívar, que concedia privilejio a una
sociedad anónima para la construcción de un ferrocarril entre Barranquilla i
Sabanilla; i visto el voto del senado anulando dicha lei, la cámara de
representantes declara: que nada tiene que hacer sobre el particular, por
cuanto que el privilejio concedido al señor Kelly para construir otro camino de
hierro entre Cartajena i el rio Magdalena, queda en toda su fuerza i vigor, i
de ningún valor ni efecto el otorgado por el poder ejecutivo nacional a los
señores Ramon Santodomingo Vila i Ramon B. Jimeno, en virtud de la citada lei,
toda vez que el voto del senado es definitivo”.[11]
El
señor Kelly, a pasar de las inversiones realizadas en “estudios” para ver por
donde tendía el trazado de la vía férrea, claudicó en su propósito, y al
parecer el gobierno central tuvo que indemnizarlo. Esto le dio vida al contrato
de Santodomingo y Jimeno.
En
su momento, Santodomingo Vila busco apoyo en lo que hoy es el departamento del
Atlántico a través de comunicados de ciudadanos y de concejos municipales para
que el Congreso aprobara el contrato que le había aprobado el estado de
Bolívar. Hoy una situación de esta no se entendería y la sociedad lo
reprobaría.
“El
ciudadano Santodomingo Vila pidió la lectura de varias notas relativas a este
negocio (el ferrocarril de Bolívar) y que se habían recibido la víspera en la
secretaría del senado. El presidente ordenó se leyesen dichos documentos, i el
secretario lo hizo en el órden siguiente:
1. Solicitud del concejo
municipal de Barranquilla.
2. Id. Id. del distrito de
Soledad;
3. Id. Id. Del distrito de
Palmar;
4. Id. Id. Del de Malambo;
5. Id. Id. Del de Santo
Tomas;
6. Id. Id del de Ponedera
7. Id. Id del de Galapa:
8. Id. De varios ciudadanos
del estado soberano de Bolívar, i vecinos del distrito de Barranquilla
9. Id. Id. Vecinos del
distrito de Soledad.
10. Id. Id. De varios vecinos
del distrito de Sabanilla.
11. Id. Id. De varios comerciantes
de la ciudad de Barranquilla.
Todas
estas solicitudes tienen por objeto recabar del senado que imparta su
aprobación al contrato celebrado entre el poder ejecutivo nacional i el señor
Ramon B. Jimeno, en su nombre i en el del señor general Ramon Santodomingo
Vila, para la construcción de un ferrocarril que ponga en comunicación la
ciudad de Barranquilla con el puerto de Sabanilla”[12].
Más
sin embargo los señores Santodomingo y Jimeno transfieren su contrato a Precy
Brandon y Nicolás Jimeno Collante, lo
cual quedó refrendado El 9 de noviembre de 1867, i aprobado por el Congreso en
28 de mayo de 1868, entre el Gobierno de la Unión, por una parte, y Percy
Brandon por sí y como apoderado de Nicolas Jimeno Collante, éstos se obligaron
a que la Compañía de Barranquilla i Sabanilla, limitada, u otra que ellos
tuviesen por conveniente organizar en vez de ésta, emprendiese por su cuenta,
costo i riesgo la construcción de un camino de ruedas (…) que comunicase la
bahía de Sabanilla con la ciudad de Barranquilla, (…)[13].
Estos señores habían constituido en Londres la “Compañía del ferrocarril de
Barranquilla y Sabanilla, limitada”.
En
1868 el señor “Jeneral” Ramon Santodomingo Vila era el “Administrador Tesorero”
de la Aduana de Sabanilla. De esta manera por donde se le mire, Santodomingo
Vila era una persona con gran influencia política en las decisiones que se
toman en torno a interés económicos en el Estado Soberano de Bolívar,
posesionándose en las decisiones que se relacionaban con la pujante ciudad de
Barranquilla.
Lo
anterior quedo refrendado por medio de DECRETO
“aprobatorio del contrato sobre construcción de un camino de ruedas i un
telégrafo eléctrico de Sabanilla a Barranquilla”. En donde EL CONGRESO DE LOS
ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA, decretó:
Artículo único. Apruébase
el contrato firmado en Bogotá el 9 de noviembre de 1867 por el señor Jorge
Gutiérrez de Lara, Secretario de hacienda i Fomento de los estados Unidos de
Colombia, i el señor Percy Brandon, por sí i como apoderado del señor Nicolas
Jimeno Collante, para la construcción de un camino de ruedas i establecimiento
de un telégrafo eléctrico entre Sabanilla i Barranquilla, bajo las condiciones
siguientes:
1.
Que los contratistas,
señores Percy Brandon i Nicolas Jimeno Collante comprueben ante el Poder
Ejecutivo Nacional, que ellos o la compañía que han organizado, o la que
organicen han adquirido los derechos concedidos por el Gobierno del Estado de
Bolívar a los señores Ramon Santodomingo Vila i Ramon B. Jimeno, por el
privilejio exclusivo de fecha 10 del presente año, para el establecimiento de
un camino de rieles de hierro, servido por máquinas de vapor, que debe poner en
comunicación la ciudad de barranquilla con el puerto o bahía de Sabanilla.
2.
Que si al tiempo de hacerse la adjudicación de los baldíos de
que trata el artículo 13 del contrato, la nación se hubiese reservado las minas
y depósitos de carbón de sus baldíos, se esplotarán dichas minas i depósitos
por cuenta de la nación i de la compañía, según el convenio que al efecto se
celebre con el Poder Ejecutivo; o por cuenta de la Nacion i de cualquiera otra
compañía si no se pudiese celebrar dicho contrato con la empresaria del camino
de Sabanilla a Barranquilla.
3.
Que el sueldo del
interventor que debe nombra el Poder Ejecutivo, con residencia en Barranquilla,
se pague mensualmente en la Oficina nacional que designe el Gobierno, con
imputación a los gastos jenerales, de la empresa, para el efecto de computarlo
a favor de la Nacion en las sumas que esta debe dar a la compañía. En todo caso
en no haya lugar al pago de la garantía de intereses por parte de la Nacion, la
compañía reembolsará a ésta el sueldo del interventor: este sueldo no podrá
exceder de $ 1,200 anuales.
4.
Que las concesiones
prometidas por la compañía en el artículo 17 se hagan gratuitamente por el
tiempo del privilejio concedido por el Estado Soberano de Bolívar en lo que
respecta a la trasmisión de los telegramas oficiales del Gobierno nacional, de
cualesquiera de sus ajentes i de los que éstos se dirijan para el desempeño de
sus funciones; en el pasaje de tropa, Jefes, oficiales i empleados nacionales,
i en el trasporte de las valijas i encomendadas de los Correros nacionales.
5.
Que los términos fijados
por el articulo 11 del presente contrato para principiar i terminar los
trabajos del telégrafo i camino, serán los mismos que los concedidos por el
Gobierno del Estado de Bolívar en el privilejio para el establecimiento de
dicho camino i telégrafo[14].
Dado en Bogotá, a
veintiuno de mayo de mil ochocientos sesenta i ocho.
En
el contrato firmado entre el Gobierno Nacional y la Compañía el 9 de noviembre
de 1867 se destacan los siguientes puntos:
Art. 1º. Percy Brando por sí I como apoderado de
Nicolas Jimeno Collante I demas socios, se obligan a qué la compañía organizada
i rejistrada en Lóndres bajo el nombre de “Compañía del ferrocarril de
Barranquilla i Sabanilla, limitada” u otra Compañía que tenga por conveniente
organizar, en vez de esta, bien en el país o en el extranjero, emprenda por su
cuenta, costo i riesgo la construcción de un camino de ruedas de cualquier
sistema que sea, bien con rieles o sin ellos, servido por máquinas de vapor o
por fuerza animal, que comunique la bahía de Sabanilla con la ciudad de
Barranquilla; i también la construcción de un telégrafo eléctrico entre los
dichos puntos.
Como
vemos, el Estado colombiano dio la posibilidad que el ferrocarril fuera movido
por burros o caballos, algo que de haberse utilizado, no hubiera colocado a
Barranquilla como la ciudad emergente comercial, social y culturalmente que
llegó a ser entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Art.2º Los empresarios
podrán construir en cualquier punto puntos de la bahía o puerto de Sabanilla,
los muelles, diques i atracaderos que sean necesarios para el buen servicio del
camino; cuya construcción de estas obras en nada podrá impedir el uso de la
bahía ni del puerto de Sabanilla, como tampoco el ejercicio entre estos mismos
puntos de las obras que afecten otros permisos o privilejios, o las que el
Gobierno construya por su cuenta.
Art. 3º El Gobierno de la
Union garantiza a la Compañía empresaria el interés anual de siete por ciento
sobre el capital que ella invierta en estas obras. Esta garantía no se entiende
al capital que exceda de seiscientos mil pesos ($ 600,000).
Art. 4º La garantía de que
trata el artículo anterior durará por el término de veinticinco años contados
desde el dia en que se ponga el camino al servicio público en los términos del
artículo 10. Del presente contrato; pero cesará cuando la empresa haya
producido, por tres años seguidos, el interés de siete por ciento, cuya
declaratoria hará el Poder Ejecutivo en vista del exámen de las respectivas
cuentas de la Compañía.
Art. 13. La obra del
ferrocarril o del camino de Barranquilla a Sabanilla i del telégrafo se reputa
de utilidad pública, i por consiguiente la Compañía empresaria gozará de las
esenciones i derechos siguientes:
1ª. Libertad completa i
absoluta, por el término de veinticinco años, para la introducción por el
puerto de Sabanilla, o por cualquier otro de los habilitados para el comercio,
de las máquinas o aparatos que sean necesarios para la construcción, mejora o
conservación del camino i del telégrafo, i de todos los demás utensilios i
materiales destinados exclusivamente al camino i telégrafo de que se trata, de acuerdo
con lo dispuesto en la tarifa para el cobro de los derechos de importación; sin
que sobre los espresados efectos puedan cobrarse tales derechos.
2º. Cesion a perpetuidad
de cincuenta mil hectáreas de tierras baldías en beneficio de la empresa, por medio
de lotes de cuatro a cinco mil hectáreas, alternando con lotes de igual
estension que deben dejarse para la República, ya que a las orillas del camino,
o bien a alguna distancia de él; siendo de cargo de la Compañía probar su
calidad de baldíos, practicar su medida i levantar los respectivos planos.
3ª. Esencion a la obra del
camino i sus anexadades, de toda clase de contribución directa nacional por los
veinticinco años a que puede estenderse la garantía espresada en el artículo
4º.
Art. 20. El Gobierno
jeneral no intervendrá en el arreglo económico del camino, ni podrá imponer
obligación alguna a la Compañía en cuento a la fijación de precios por fletes i
pasajes[15].
Posteriormente, cuando el ferrocarril entró en
funcionamiento con nuevos propietarios, esta clausula fue cambiada, por lo cual
el Gobierno nacional fue el que entró a fijar las pautas en materia de tarifas.
Tal como debía ser, el Estado es el ente regulador.
Como
podemos analizar, con el contrato citado, donde lo que hoy denominamos la Nación,
asume la seguridad y responsabilidad del mismo. Esto, a remembranza de nuestros
días, pasó igual con el Metro de Medellín, en donde en un inició surgió como
gran “iniciativa” paisa, pero ante los descalabros financieros del gobierno
municipal de dicha ciudad, el Estado Central asumió la deuda, la cual pagamos
al final todos los colombianos. Como
vemos, nuestra historia de contratación es igual a la de ayer.
Más
sin embargo hay que señalar, que ya en 1868, aún sin ferrocarril, Sabanilla era
un puerto importante. Al respecto el entonces Administrador de la Aduana de
Sabanilla, Joaquín María Palacio señalaba al respecto:
“En el año económico que
terminó en 31 de agosto último, el comercio de importación por este puerto
representa un aumento notable que, en mi concepto, procede del establecimiento
de una línea de buques de vela alemana, que carga en el puerto ingles de
“Grimsby”, cuyos fletadores obtienen la ventaja de que traigan las mercancías
de balde a este puerto, a condición de dar aquí al buque un cargamento completo
a flete, de frutos del país.
Mediante este beneficio,
algunos negociantes han importado por este puerto las mercaderías que no vienen
buques de vapor i que ántes nacionalizaban en el de Santamarta; i además, los
gastos de conducion &. Hasta Barranquilla son menores desde aquí que desde
allí, no obstante las dificultades físicas del trasporte que se superan entre
Sabanilla i Barranquilla”[16].
El
reporte de aduana de julio de 1869 reportó exportaciones a través de Sabanilla
de algodón, café, mora y tabaco con destino a Bremen, y de cueros, café y
sombreros hacia Nueva York. Por su parte, se importaron mercancías como entre
otros, productos de consumo, materias primas e industriales:
Aceite
de olivas, alimentos sin preparar, bacalao, calzado, armas de fuego, chapas de
cobre,, drogas, medicamentos, especies, jabón ordinario, perfumería, madera de
construcción, máquina para cortar yerba, máquina para coser. Máquina para
ferrocarril, telas de hilo, etc.[17]
Entre
1860 y 1864 la Nueva Granada tenía a Inglaterra como el país receptor de sus
exportaciones e importador de su maquinaría. Algo de esto salía o entraba por
Sabanilla. Tal como hoy, éramos entonces importadores netos de maquinaria y de
artículos de consumo suntuoso. Así por ejemplo, mientras exportábamos a
Inglaterra quina, caucho, cacao y café entre otros, importábamos trajes i
adornos, cerveza en barril, velas, loza, lino, relojes, joyas, jabón y
maquinaria entre otros[18].
Entre
1865 y 1866 Barranquilla contaba con connotados personajes dedicados al
comercio marítimo internacional, así como a Casas o Agencias internacionales,
entre las cuales se destacaban:
·
Vengoechea,
Lafaurie compañía
·
Jaoquin
A. Mier
·
Julio
Hoenigsberg compañía
·
Pedro
Osorio
·
Arístides Voigt
·
Isaac Senior
·
Danouille Wessels
·
Antonio
de la Rosa
·
Aepli,
Grasmeyer compañía
·
Vengochea González
·
Sudheim compañía
·
R.M.
Curiel
·
M.R.
Méndez
·
J.
F. Meyer
·
E.
Mensilla
·
Estévan
Márquez[19]
§ Pero también, como pasa
actualmente en Colombia, quien gana un contrato de obras determinado, la cede o
lo vende. Este fue el caso de Percy Brandon y Jimeno, señores que tenía la
“oportunidad”, más no los recursos. Por lo cual decidieron ceder su contrato.
§ Los nuevos socios del
ferrocarril Sabanilla – Barranquilla para darle peso a su obra crearon en
Londres la Bolívar Railway Co. & Ltd., con sede en Londres en el Número 3 Brabrant Court, hacia Enero de
1869. Percy Brandon vende el contrato a la compañía alemana Hoenigsberg, Wessells
& Cía, la cual traslada la sede de Londres a la ciudad alemana de Bremen.
En Barranquilla instala una especie de
subsede.
El
hecho antes citado sucedió en Londres el 21 de diciembre de 1869, entre la
“Compañía del ferrocarril de Bolívar, limitada”, y la “Compañía del Magdalena,
limitada”.[20]
Estados Unidos de Colombia – Compañía del
ferrocarril de Bolívar, limitada.- 27 Lombard Street, Londres, enero de 1869.
Al señor Secretario de Hacienda i Fomento.- Bogotá
Señor:-1. Tengo el placer de informar a usted que con fecha 5
de diciembre último, se ha formado legalmente i se ha rejistrado en la ciudad
de Lóndres la Compañía para la construcción del ferrocarril entre Barranquilla
i la bahía de Sabanilla, en el Estado de Bolívar, bajo el título de “Bolívar
Railevay Company Limited”; habiendo sido plena i legalmente trasferidos a la
dicha Compañía todos los derechos, títulos e intereses de los concesionarios.
2. Que la Compañía ha
nombrado al señor Henry Greemback Superintedente e ingeniero en ejercicio, con
residencia en Barranquilla; i que este ha salido de Lóndres para la ciudad
donde obrará como órgano de comunicación entre el Gobierno del Estado de
Bolívar i esta Compañía.
3. Que se ha enviado ya de Inglaterra para Sabanilla una
cantidad considerable de rieles i materiales.
4. Me permito remitir a usted un ejemplar del prospecto i de
los artículos de asociación de la Compañía. Los artículos son sustancialmente
los mismos que fueron aprobados por el Gobierno de los estados Unidos de
Colombia, en el contrato de 9 de noviembre de 1867. Las autoridades de Inglaterra
exijieron que se alterase el nombre de la Compañía i que se hiciesen ciertas
lijeras modificaciones de acuerdo con las diferentes circunstancias del caso.
5. Debo informar a usted que he sido nombrado Secretario de la
Compañía.
Tengo el honor de suscribirme de usted obsecuente servidor.
Walter Shephear, Secretario
“La Compañía se constituyó supuestamente con un capital de
160,000 libras esterlinas, de los cuales 120,000 en 6,000 acciones A de a 20
Libras cada una, con un derecho a una Preferencia de 10 por 1000 de las
ganancias, durante los tres primeros años después de abierta al tráfico la
linea, incluyendo una garantía de 7 por 100 del Gobierno de los estados Unidos
de Colombia.
40,000 en 2,000 acciones B de a 2 Libras cada una, sujetas a
la misma preferencia.
Se depositará 1 Libra por acción al tiempo de pedirla i 3
Libras al tiempo de la adjudicación.
No se pedirá mas de 3 Libras por acción, ni con un intervalo
menor de 3 meses[21].
Lo
llamativo del caso anterior, es quien hubiera servido de asesor o intermediario
para la primera venta de la concesión de la construcción del Ferrocarril
Sabanilla – Barranquilla, como fue el señor Hoenigsberg, posteriormente
resultaría como beneficiario definitivo de dicha concesión, hecho que provocó
una demanda de los primero concesionarios, señores Santodomingo y Jimeno, lo
cual llegó a las más altas instancias del entonces Estado colombiano, y
provocaría todo un accionar jurídico, ético y de sociedad civil entorno a
intereses políticos y económicos bien definidos.
Con
la llegada de los ingenieros ingles Shepheard y Greenback, así como un
sinnúmero de obreros y operarios procedentes de algunas islas del Caribe, principalmente
de Aruba y Curazao, el 2 de febrero de 1869 se da comienzo a la obra símbolo de
la apertura comercial, cultural y empresarial que posesionaría a Barranquilla
como ciudad industrial y comercial en
nuestro país y en todo el entorno del Caribe[22].
Para
1869 Barranquilla es una ciudad activa comercialmente, la REVISTA “del mercado
en Barranquilla” registra el movimiento
de almidón, ajos de Honda, arroz criollo, arroz americano, arroz de
Bucaramanga, azúcar de Ocaña, cebollas, café para el consumo, frisoles en
arroba, maíz, novillos gordos, papas en arroba, queso criollo, etc. Todo al por
mayor y al por menor[23].
Sobre
la obra a construir y la importancia de Barranquilla, el señor Walter Shepheard
comentaba al respecto:
“El
puerto de Sabanilla, situado en la costa del mar cerca de la desembocadura del
rio Magdalena, en el Estado de Bolívar, que es uno de los Estados Unidos de
Colombia, es el puerto de entrada para la ciudad de Barranquilla, la cual es
uno de los principales centros comerciales del país.
El
rio Magdalena es navegable desde Barranquilla para buques de vapor de 400
toneladas de carga en un trayecto de 600 a 700 millas hácia el interior; es la
salida natural de los productos i minerales valiosos que se esportan de la
mayor parte de los Estados Unidos de Colombia, i presenta la mejor vía de
trasporte para las mercancías, jéneros y pasajeros extranjeros a dos distritos
del interior.
Las
bocas del Magdalena sin embargo se han obstruido de tal manera que, aun es buen
tiempo y con un enorme costo, solo se
puede atravesar las barras en botes pequeños. Las embarcaciones solo pasan por
entre la bahía de Sabanilla i Barranquilla por canales que con frecuencia
carecen de agua suficiente. La mayor parte del comercio de importación se
efectúa por consiguiente por Santamarta, lugar que no alcanza a ser tan
apropósito para este objeto como lo será la bahía de Sabanilla luego que se
haya construido el ferrocarril de que se trata.
Esta
compañía tiene por objeto construir un muelle en la bahía de Sabanilla, i hacer
un ferrocarril a través del Promontorio hasta Barranquilla, para poder
desembarcar pasajeros, efectos i mercancías, i conducirlos en todo tiempo i a
poca costa hasta Barranquilla, de donde pueden ser llevador al interior por
vapores i viceversa, proporcionar los medios para el trasporte económico de
pasajeros, productos i mercancías por el ferrocarril desde Barranquilla hasta
el muelle en la bahía de Sabanilla, i con este propósito comprar privilejios
que adelante se menciona. El muelle y el ferrocarril no pueden ménos que hacer
de la bahía de Sabanilla el principal puerto de escala en Colombia para los
vapores de las malas europeas y para los buques mercantes”[24].
§ El 1 de Enero de 1871 es
inaugurado el Ferrocarril Sabanilla – Barranquilla en medio del bullicio y la
alegría de una obra que abría a Barranquilla ante el mundo. “La Ajencia del Ferrocarril de Bolívar”,
por intermedio de Hoenigsberg, Wessels & Co. Invitaron a las agencias
navieras, comerciantes, capitalistas en general, autoridades y ciudadanía de
Barranquilla al acto central que le daba vida a nuestra ciudad. (Ver facsímil
1)
Con
la inauguración del ferrocarril citado Barranquilla adquiere tal importancia,
que para la época dos ingenieros, uno colombiano y el otro venezolano elaboran
y donan un plano de esta urbe, resaltando:
“La
situación feliz de esta ciudad a orillas del Magdalena y tan cerca del mar,
viene llamando la atención general de algún tiempo acá, y ya para hoy bien
puede asegurarse que llegará a ser en breve una de las ciudades mas importantes
de Colombia”[25].
Para
1871 Hoenigsberg y Martin Wessels, y el señor Koppel, por cierto, gerente “general”
del Banco de Bogotá y residente en la capital del país, representaban a NUEVA
LINEA DE
VAPORES DE BREMEN,
en especial El Lloyd Norte Jermánico, para la veta de pasajes saliendo del
puerto de Sabanilla con destino a Southomgton (Inglaterra) y Bremen (Alemania)[26].
La
embarcación, que partía el 7 de marzo, haciendo escalas en Inglaterra y Colón,
llegaba a Sabanilla entre el 1 y 2 de abril. Un pasaje de Sabanilla a Europa
costaba en primera clase 42 Libras
esterlinas de la época. Por su parte los pasajeros que hacían la ruta Sabanilla
– Barranquilla, o viceversa, a través del ferrocarril, pagaban $ 1 en primera
clase y % 0.60 en segunda clase. Por su parte, se pagaba un centavo por
kilógramo de equipaje. Esto, en 1871[27].
En
los primeros meses de haber entrado en funcionamiento el ferrocarril Sabanilla
– Barranquilla fue anunciado con gran despliegue la llagada de las grandes
embarcaciones alemanas ”Rei Guillermo” y “Bavaria”, con lo cual se demostraba
la importancia que el puerto de Sabanilla adquiría en el comercio
internacional.
Si
bien la Barranquilla progresaba a la par del ferrocarril que la comunicaba con
Sabanilla, los inicios fueron duros, ya que por varios años el rendimiento de
sus ingresos concebidos en el cobro de los fletes de exportación e importación
de mercancías, pasajes, arriendo y uso del telégrafo; igualmente, para 1871 se
libraba una guerra entre Alemania y Francia, lo cual dificultó por varios años
el incremento de exportaciones colombianas para el puerto de Bremen, uno de los
principales de nuestro comercio exterior.
§ Posteriormente, en Julio
de 1873 Julio Hoenigsberg y Martin Wessels le informa al gobierno central a
través de la Secretaría de Hacienda y Fomento (Hoy Ministerio de Hacienda y
Crédito Público) que la sociedad entre ellos quedaba disuelta en razón que
entraban como nuevos socios de la empresa o compañía Muller, Siefken & Co.,
la cual retomaría los negocios del ferrocarril Sabanilla – Barranquilla.
Después
entre varios intentos del gobierno nacional entre comprar por parte del Estado
a los concesionarios el ferrocarril, y de extender la línea férrea hasta el
Nisperal, o de realizar obras tendientes a rehabilitar las Bocas de Ceniza, el
1 de Enero de 1876 la Nación se hizo cargo de la administración de la Compañía,
trasladándose la aduana de Salgar a Barranquilla, dándole vida en todos sentido
a la célebre estación Montoya.
Las
negociaciones de la compra por parte de la nación se llevaron con el apoderado
de la Compañía, el señor Salomón Koppel, y se estableció por la suma de $
600.000 pagaderos en cuotas semestrales de % 50.000 a partir de 1878.
En
Enero de 1880 cuando se vencía el plazo para que el gobierno nacional pagara
por la compra del ferrocarril Sabanilla – Barranquilla; compra que incluía
igualmente el telégrafo, los remolcadores y bongos de la entonces
concesionaria, se tuvo que llevar cabo una renegociación, oficializándose el 24
de Enero de 1882 nuevos plazos para el pago de la deuda acordada, acción que
fue rectificada por la Ley 82 del citado año, reduciéndose los interese al 6%.
Para
la época, s encontró que lo invertido por la Compañía del ferrocarril apenas
había sido de $ 250.000, y no los $ 600.000 que se habían dicho. El Estado
colombiano de la época finalmente pagó lo acordado. Pero otra vez surgió la
idea de arredrar la concesión. Esto recayó en el señor Luis Rivas, a partir de
junio de 1883 por un valor de $ 30.650 anuales y el 6% de los ingresos brutos,
como también debía extender la vía hasta Puerto velillo. El gobierno nacional
quería a toda costa quitarse el “problema” en se había convertido el
ferrocarril Sabanilla – Barranquilla.
Precisamente,
el 5 de julio de 1884 se volvió a firma un nuevo contrato de venta del
Ferrocarril Sabanilla – Barranquilla, en esta ocasión, Carlos Uribe, no
entrando en dicha venta las instalaciones utilizadas para el comercio y
oficinas como eran la Aduana de Barranquilla, las instalaciones de Campoalegre
y Salgar. Volví a estar la cifra en $ 600.000, más la obligación de ampliar la
vía a Puerto Velillo. Algo que se había convertido como una especie de fantasma.
Pero al parecer, mientras se llevaban a cabo las negociaciones, se subrogó el
contrato de arriendo con Rivas a los señores Carlos Uribe, Francisco Cisneros y
Diego de Castro. Cuidado, una vez más, políticos y empresarios a la vista. El 6
de octubre de 1885 Cisneros se quedó con la propiedad del Ferrocarril, quien
por cierto, compra la propiedad con dineros que el gobierno nacional y de Antioquia
le debían por obras inconclusas. Como se ve, cualquier parecido de obra de hoy
no es más que la continuación de las mañas del pasado.
En
1887 Cisneros le vende el Ferrocarril a la compañía inglesa The Barranqulla Railway Co. Ltd., de la cual por cierto él era socio,
y efectivamente se extiende la vía con la respectiva construcción de un muelle
hasta Puerto velillo. Pero hoy se conoce, esta zona del litoral Caribe la
naturaleza puede más que el ser humano. El oleaje destruyo lo construido, por
lo cual la ruta del ferrocarril con un nuevo muelle llagó a Puerto Cupino, que
pasó a llamarse Puerto Colombia. Las obras en este sitio concluyeron un 31 de
diciembre de 1888. Pero es el 15 de junio de 1893 cuando se puso al servicio el
muelle de acero que hoy vemos en esqueleto destruido por el mar, la falta de
conservación de nuestra historia y la dilapidación de recurso públicos para la
memoria histórica.
Lo
que fue el inicio del desarrollo de Barranquilla como ciudad industrial,
comercial, cultural, pero sobre todo globalizada, en el concerniente al
Ferrocarril de Bolívar en la vía Sabanilla – Barranquilla y que luego se extendería
a Puerto Colombia, terminó mal tanto para nuestra memoria histórica como para
las finanzas del país. Como este y otras casos, los recursos públicos subsidian
la llamada iniciativa privada. Tanto el Muelle como el Ferrocarril después de
muchas negociaciones, cambios en los acuerdos del contrato, etc., fueron
comprador por el estado colombiano por la suma de US 1.660.741 en 1934, y a
decir del economista e historiador Juan Santiago Correa, en cuya investigación
nos hemos basado en este parte del presente trabajo:
“La
existencia de esta vía férrea terminó con la conclusión, en 1940 de dos grandes
obras que se convirtieron en un grave revés para el funcionamiento del
Ferrocarril: la canalización de Bocas de ceniza y la carretera entre
Barranquilla y Puerto Colombia. Así, durante la crisis de la década de 1930 el
gobierno compró una obra que él mismo terminó haciendo obsoleta poco tiempo
después con la terminación de estas obras. El servicio se suspendió en mayo de
1941 y mese después se inicio el levantamiento de los rieles”. Rieles que en su
momento le trajeron el progreso a la Puerta de Oro de Colombia.
UNA BABEL
LLAMADA BARRANQUILLA
Desde
antes del ferrocarril Sabanilla – Barranquilla esta ciudad ya se perfilaba como
una Babel por la cantidad de idiomas que hablaban la diversidad de
nacionalidades que se fueron posesionando del comercio, la industria y las
finanzas de esta urbe.
De
acuerdo al censo de 1875, nuestra ciudad estaba conformada de la siguiente
manera:
§ Colombianos 16.242
§ Holandeses 67
§ Venezolanos 46
§ Cubanos 36
§ Ingleses 33
§ Franceses 31
§ Norteamericanos 31
§ Alemanes 26
§ Italianos 23
§ Dinamarqueses 5
§ Suizos 4
§ Otros (españoles,
etc.) 5
Precisamente
el Inspector del Ferrocarril daba cuenta en sus diferentes informes al entonces
llamado Poder Ejecutivo, o gobierno central, de la constante llegada de
extranjeros a Barranquilla, y en uno de ellos relava como “Por el vapor “Tagus”
de la Mala real llegaron a ésta, procedentes de Kingston, los cubanos Juan
Francisco Perozo i Luis Perozo Garay, padre e hijo, sujetos ambos mui
distinguidos bajo todos respectos, agricultores por estudio y experiencia, y el
segundo de ellos Injeniero civil con larga práctica en la construcción de
varias líneas férreas en su país natal”[28].
Por
cierto, entonces a los cubanos se les tenía como expertos agricultores en
tabaco, caña de azúcar y café, y los consideraban hábiles y buenos
trabajadores. Entonces la isla nos servía de ejemplo para nuestro desarrollo
agrícola.
Sabanilla
se reafirmó como puerto de llegada de inmigrantes a nuestro país, pero sobre
todo, con permanecía en Barranquilla. Ingleses de antes y después de la
independencia llegaron a facilitar la navegación por el río Magdalena, alemana,
holandesa y belgas de estirpe judía, posesionados en Curazao sobre todo, se
fijaron en nuestra ciudad y la convirtieron en un emporio comercial y
financiero. Entre estos se destacaron los financiadores del ferrocarril como
son los ya renombrados Julio Hoenigsberg
y Martin Wessels, así como Salomón Koppel “Jerente Jeneral del Banco de Bogotá”
y el danés José Helm, apellido hoy de gran renombre con base en el mundialmente
conocido Banco Helm.
En
1871 cuando se inauguró el ferrocarril Sabanilla – Barranquilla, esta ciudad
contaba con 11.595 habitantes, ya en 1905 su población se situó en 40.115.
Barranquilla
sobre el yunque martillar. En el último cuarto del siglo XIX constituye
para Barranquilla el despegue como ciudad industrial y comercial, todo lo cual
transcurre en medio de la ampliación de la navegación de los barcos o busques
de vapor el río Magdalena y la ampliación de los puerto de Sabanilla y Salgar,
y por supuesto, por lo que se denomino “un camino férreo entre Barranquilla y
Sabanilla”, que en su momento se llamaba el Ferrocarril de Bolívar.
Fue
así como Barranquilla comenzó a contar con vapores, ferrocarril y sus respectivas
locomotoras inglesas, carruajes y carretas como medio de movilidad, telégrafo y
compañía telefónica y tranvía a mula
entre otros. Igualmente, para 1892 Barranquilla ya poseía Compañía de Alumbrado
Eléctrico y de Acueducto.
En
materia de industria, Barranquilla para 1892 contaba con: vapores (21),
ferrocarril (1), locomotoras (7), carruajes (50), carretas (113), telégrafos
(1), compañías telefónicas (1), almacenes ( 43), agencias varias (14),
funerarias (3), farmacias (9), cigarrerías (3), estudios fotográficos (1),
hoteles (6), librerías (5), peluquerías (10), relojerías (2), teatros (2),
tiendas víveres (69), periódicos (10), bancos (1), mercado público (1),
compañía de alumbrado eléctrico (1), compañía de acueducto (1), aserraderos de
maderas (3), herrerías (18), destiladores y rectificadores de aguardiente (7),
imprentas (4), carpinterías (29), sastrerías (6), caleras (11), camiserías (1),
talleres de encuadernación (3), talleres de baúles (1), talleres de función
(3), panaderías (5), peineterías (2), sombrererías (2), talabarterías (4),
desmotadora de algodón (3), máquina para moler café (4), ladrilleras (14),
fábricas de suelas (5), fábricas de jabones (5), fábricas de hielo (1),
fábricas de pastas alimenticias (1), fábricas de pegantes (1) fábricas de
calzado (12) y fábrica de cigarrillos (1)[29].
A
Barranquilla llegaba el café de Santander, el algodón del Tolima y tabaco de
los hoy departamentos de la Costa Atlántica, como Carmen de Bolívar y Ambalema
– Tolima, productos agrícolas que aquí eran transformados para su exportación a
través del Puerto de Sabanilla.
La
ganadería costeña facilitó la materia prima para que industrias artesanales
como la fabricación de velas, jabones cuero y calzado se modernizaran entre
finales del siglo XIX y comienzos del XX, con la introducción de maquinaria, capital y recurso humano
extranjeros.
Igualmente
a finales del siglo XIX se comenzó a sentir la presencia de empresarios
extranjeros en Barranquilla, como:
§ El catalán Carlos Mayabs
que funda la fábrica de jabones “La española”.
§ Los cubanos José Infante y
Pedro Piña con la fábrica también de jabones “la Piña”.
§ Los hermanos Salcedo
Román, judíos sefaraditas, los cuales traen maquinaría y equipos fabril.
§ El italiano Antonio
Paternostro, quien funda la “Empresa de Vapores Paternostro”.
§ Antonio Volpe, también
italiano, quien se dedica a la importación y exportación de mercancías como
café, tabaco, cueros, telas, joyas, etc. Hoy sus descendientes están
dedicados a la industria metalúrgica por
medio de Volpe
e Cía Ltda Vía 40 67B Esquina.
Con los extranjeros citados también hace
presencia en nuestra ciudad italianos, alemanes, sirio-libaneses (turcos).
Precisamente para 1875 habitaban y laboraban en Barranquilla 375 extranjeros, y 78 empresas eran manejadas por personas de
diferentes países del mundo en 1878. A finales del siglo XIX, para 1892 el ya
exclusivo Club Barranquilla contaba con la presencia de extranjeros entre su
selecto grupo de socios, uniendo al empresariado local con lo internacional del
capital.
BARRANQUILLA DE FINALES DEL SIGLO XIX VISTA POR UN ITALIANO
“Es una ciudad casi nueva, con un gran
movimiento, con casas bellísimas siempre blanquedas, con plazas, tranvía y
alumbrado eléctrico, con un teatro en construcción, oficinas de correo,
telégrafo, etc. En conjunto es una ciudad bellísima, lastimosamente carece por
completo de pavimentación y las calles están cubiertas por un estrato de arena
de 30 cms, de alto (…) se han establecido ahí muchísimos mercaderes extranjeros
(que) tienen amplias bodegas llenas de mercaderías con las cuales suministran a
los comerciantes del interior de Colombia que ahí concurren para sus
acaparamientos”. (Carlo Vedovelli)
Libertad de
comercio en medio del libre pensamiento. La cultura de Barranquilla en la segunda
mitad del siglo XIX es la del libre pensamiento, esto en razón, a la influencia
del libre comercio que entonces existía, influenciado por la presencia de una
gran variedad de extranjeros procedentes de muchos países y vario continentes.
No
podía ser de otra manera que la
Barranquilla de la segunda mitad del siglo XIX al tiempo que era Cosmopolitan
en lo económico, tampoco lo fuera en lo cultural.
Variedad
de extranjeros, con ellos sus culturas y sus idiomas, dieron para que
Barranquilla fuera una ciudad abierta y libre a cualquier forma de pensamiento
y religión.
Los
ritos judíos se entremezclaban con las creencias de los protestantes alemanes,
los masones italianos y los católicos neogradinos. Al tiempo que Barranquilla
era una ciudad fenicia en lo comercial, también era el centro de tolerancia y
entendimiento entre varias formas de pensar. No en vano nuestra ciudad en 1892
contaba con 10 periódicos, 2 teatros, 5 librerías y 4 imprentas.
A
finales del siglo XIX existían tres logias masónicas, en donde había italianos,
judíos, españoles y alemanes. En ellas aparte de sus ritos y creencias se
debatían temas de literatura y política, incluso, las ideas socialistas a
través de los libros de Carlos Marx comenzaron a conocerse en el país gracias a
los masones.
Siendo
Barranquilla un pequeño poblado, en 1852 había dos escuelas, ambas para
varones. El uno público y el otro privado. Esto dio paso a la apertura en serie
de nuevos centros educativos, s así como en 1870 habían en la ciudad 7
planteles tanto para la educación primaria como para bachillerato; algunos
fundados en las primeras décadas del siglo XIX.
Para
1870 el gobierno nacional, de estirpe liberal, laico y de libre pensamiento,
expide el Decreto Orgánico de Educación, por medio del cual se lleva a cabo una
gran reforma educativa, y se trae al país la Misión Pedagógica Alemana, la cual
llega al país en 1872 con el apoyo de varios de pedagogos entre ellos a Carlos
Meisel.
Entre
1870 – 1890 se abren 25 colegios en la ciudad, se destacan la escuela Normal de
Julio Walner y el Liceo Ribón de Carlos Meisel, quien coloco a su disposición
la experiencia alemana de la pedagogía lankasteriana. También hace presencia la
Iglesia a través de sus escuelas.
El
1 de Junio de 1892, se funda el Colegio de Barranquilla a cargo de Federico y
Luis Carlos Rodríguez.
Lo
interesante de todo este proceso, es que a pesar que la educación es divida
entre hombres y mujeres, y lo privado y público, la población barranquillera
comenzó a tener acceso a la educación, así está en parte fuera deficiente, pero
muy llamativo, que un pedagogo de talla internacional, como lo fue Carlos
Meisel, se quedara en nuestra ciudad y se dedicara a impartir sus
conocimientos. Trabajo que luego fue continuado por sus hijas.
Por
su parte, la elite barranquillera abrió espacio educativos par si misma, al
tiempo que enviaba sus hijos a estudia
en el exterior, especialmente a Arba y Curazao, y posteriormente a los Estados
Unidos. Para finales del siglo XIX, Barranquilla, carecía de universidad.
PROGRAMAS ACADÉMICOS DE LA ÉPOCA
En la escuela Anexa al Colegio Barranquilla
de la época, el pensum de estudio se componía de: lectura, caligrafía,
aritmética y geografía. La escuela preparatoria el contenido de material era el
anterior, con mayor profundización del castellano. Por su parte, la escuela de
Literatura y Filología tenían un programa especial a lo largo de sus 5 años de
estudio.
En 1884 Los contenidos de los planes de
estudios de las escuelas femeninas de la ciudad, principalmente las religiosas,
estaban cuidadosamente vigilados por la Iglesia
y su contenido versaba en: lectura, escritura, principios de aritmética,
gramática castellana, economía doméstica, urbanidad, costura, moral y religión.
UNA OBRA DE
PROGRESO,
PERO CON
CORRUPCIÓN DE POR MEDIO
El
contrato del Ferrocarril Sabanilla – Barranquilla siempre estuvo en la mira del
gobierno nacional de entonces. La inversión privada de los US 600.000, el
interés del 7% a pagar por el Estado colombiano, la entrega de terrenos a
perpetuidad a los contratistas, la vigilancia aduanera, la realización de obras
complementarias, entre otros, fueron temas que nunca dejaron de inquietar a las
autoridades del país. En este sentido, desde Bogotá llegó un inspector general
a supervisar lo realizado. Para tal fin, se le encomendó dicha tarea a Ricardo
Becerra.
Investigar
por la obra en sí, en aspectos como movimiento de tierras, rocas u otros materiales;
sobre el metal y forma de los rieles; las obras complementarias a lo largo de
la vía; la anchura de las paralela ferroviaria; los salarios que el contratista
pago a los trabajadores; etc.
El
gobierno central siempre tuvo en la mira el contrato de obras y costo del
Ferrocarril Sabanilla – Barranquilla. De ahí la investigación minuciosa que se
le encomendó al Auditor Nacional, quien en su momento señalaba que “Sólo es posible llevar a cabo un auditoria
con el conocimiento hasta de los gastos más insignificantes, en Europa i en los
Estados Unidos del Norte”[30].
De esta manera Ricardo Becerra siempre mostró su preocupación, en el sentido,
que un veedor – inspector a la altura de las condiciones colombianas no podía
llevar a cabo un auditoria a fondo de los informes presentador por el
concesionario al estado colombiano. Y así fue en la realidad.
Nuestro
presente es el reflejo del pasado. Los contratos se acuerda inicialmente de una
forma, continúan de otra y terminan cambiados en costos totalmente.
Contractualmente no existen diferencias entre el ayer y el hoy.
Precisamente
el Inspector Becerra señalaba “(…) resulta que para averiguar a ciencia cierta
el principal costo de la obra, que sin duda está representado por el movimiento
efectivo de tierras, por excavaciones, cimientos, terraplenes, transporte
&a. habría que hacer un estudio detenido con las líneas de rectificación a
la lista o que levantar de nuevo el plano del camino, tal como ha sido éste
ejecutado, para que él sirviera de base a los respectivos dados
complementarios”.
Sobre
el cómo conocer si la compañía del ferrocarril había invertido los $ 600.000
que decía haberlo hecho, Becerra cuestionaba el trabajo para llevar a cabo tal
averiguación, y señalaba que “(…) no es posible proceder como en Europa i en
los Estados Unidos del Norte, en donde la tarea de averiguar si la ejecución de
una obra ha cubierto o excedido las cifras del respectivo presupuesto, es tarea
sencillísima, porque se cuenta para realizarla con el conocimiento hasta de los
gastos insignificantes”[31].
Mientras que para entonces en nuestro país
tal investigación no era posible.
El
Inspector Becerra comentaba en alguno de sus informes, que “Solo por el exámen
minucioso i comparativo de las cuentas de la compañía empresaria, es que puede
formarse una idea, siquiera aproximada a la verdad, sobre el costo efectivo de
la obra; pero esa fuente de datos no ha estado a mi alcance, por cuanto a que
los ajentes del ferrocarril entienden que es en Bremen, asiento legal de
aquella Compañía, en donde deben examinarse tales cuentas, i porque consideran,
además, que no es el inspector residente en Barranquilla, sino otro ajente de
la nación, con residencia en la dicha ciudad de Bremen, el empleado público que
conforme al contrato deba verificar dicho exámen”[32].
Como se ve, la Compañía del Ferrocarril casi siempre busco motivos para ocultar
cifras y evitar un examen riguroso de las cuentas sobre la inversión realizada
en la obra; además, el Estado central carecía de medios y profesionales a su
servicio para ejercer un control ex y post en sus cuentas.
De
los varios informes que sobre el particular ha podido proporcionarme resulta
que, por término medio, “trabajaron en la
construcción de la vía, 450 operarios ganando en salario diario de $ 1.10 a $
1.20, especialmente los que la compañía enganchó en la colonia holandesa denominada
Aruba, cuyos gastos de transporte, tanto a la venida como a la vuelta hicieron
mas costosa su mano de obra”[33].
A
Becerra le llamó la atención el costo del movimiento de tierras. Decía al
respecto, “El movimiento de tierras clasificado bajos los nombres de transporte
i laderas, requiere una especial explicación i por regla general, en los
trabajos de esta especie, la tierra de las excavaciones sirven inmediatamente
para los terraplenes, (…)[34].
Tengamos presente, que acciones como excavaciones, movimiento de tierra y
dragado, son acciones que no son de fácil cuantificación, y Becerra encontró
que la tierra era movida de un lugar para otro y su costo le pareció alto. Hoy
en día acciones como el dragado nos hacen recordar a Dragacol[35]
y sus cuentas. Vuelve la historia repetirse.
Pese
a su buena labor en supervisar las obras y cuentas de la construcción del
Ferrocarril Sabanilla – Barranquilla, Becerra hace todo lo posible por servirle
al país como buen funcionario, pero termina por aceptar las cuentas que la
Compañía pasa, las cuales fueron:
COSTO DEL FERROCARRIL SEGÚN
CUENTAS DE LA COMPAÑÍA
Movimiento
de tierras
Desmonte 22 kilómetros a razón de $ 150
cada uno
|
3,300
|
Escavaciones en tierra: 40.564 metros
cúbicos a 60 centavos cada metro
|
24,338.40
|
Id. De roca 6.539 metros a $ 5 cada uno
|
32,695
|
Terraplenes: 100.000 metros cúbicos
|
50,000
|
Transportes: 30.000 metros cúbicos de
tierra, transportadas a distancia de 40 metros, término medio a 30 centavos
|
9,000
|
Laderas: tierra sacada de los lados del
camino para evitar el mayor costo De los lagos transportes: 30.000 metros
cúbicos a 40 centavos cada uno
|
12,000
|
Lastre o balasto: 45.000 metros con 8
centímetros de densidad a $ 1-50cs
|
67,500
|
Materiales
1.500
toneladas de rieles a $ 70
|
105,000
|
120
id. Eclisas o bandas para las junturas de los rieles, pernos, clavos y demás
Material de hierro a $ 90
|
10,800
|
30.000
traviesas o durmientes, con su colocación a $ 2 cada una
|
60,000
|
30.000
metros colocación de rieles a $ 1 cada uno
|
30,000
|
Herramientas
|
5,000
|
Casas
para los trabajadores
|
2,000
|
Obras de
arte construidas a lo largo de la vía
1
puente de hierro sobre Arroyo León
|
16,000
|
1
id. De id. De Ciénaga Grande
|
2,000
|
1
id. De id. Estación Barranquilla
|
2,500
|
3
id madera i hierro el kilómetro de la Playa a $ 1,500
|
4,500
|
21 puentes para desagüe i tránsito de
animales a $ 500
|
10,500
|
1
muelle en la estación marítima en Salgar
|
16,000
|
2
mesas jiratorias en id. I Barranquilla
|
10,000
|
Almacenes
de rejistro i depósitos
|
15,000
|
Local
de la Aduana
|
3,000
|
2
estaciones de tercer orden en Salgar y Barranquilla
|
6,000
|
Material
rodante
2
locomotoras a $ 15,000
|
30,000
|
2
carruajes para pasajeros de 1ª. Clase a $ 2,500
|
5,000
|
2
id. Para id. de 2ª. A $ 1,000
|
2,000
|
33
carros a wagones a $ 800
|
30,400
|
Telégrafo
14
millas a $ 360 por milla
|
5,040
|
Gastos
jenerales
Organización
de compañías, escrituras, comisiones
|
5,000
|
Gastos
de nivelación trazado
|
2,000
|
Administración
incluyendo los sueldos de todos los ingenieros, capataces
|
20,000
|
Precio
de los terrenos adquiridos por contrato para el servicio de la vía
|
10,000
|
Total
jeneral
GRAN
TOTAL
|
$
606,573.40[36]
|
Por
su parte el Secretario de hacienda i Fomento, F. Agudelo, señaló al respecto:
“Reconócese a cargo del tesoro de la Unión la obligación de pagar el interés de
siete por ciento sobre la cantidad que se especifica en el contrato de la
construcción del ferrocarril.
Respecto
de los demás gastos espresados en el presente memorial, i para completo del
monto de la gar5antía, el Poder Ejecutivo se abstiene por ahora de reconocerlos,
reservándose hacerlo inmediatamente que se presenten los respectivos
comprobantes por los señores Hoenihsberg, Wessels, & C. a”[37].
Se
dice que hacia 1880 cuando venció uno de los plazos para pagar el supuesto
costo del ferrocarril, el gobierno nacional constató que en su construcción
apenas se habían invertido $ 250.000, lo cual indudablemente le había reportado
ganancias fraudulentas a los constructores de entonces, que fueron pasando d
emano en mano el contrato, y los cuales cobraron $ 26.372,76 por kilómetro, en
los cerca de 23 que se tendieron en redes, cuando apenas habían invertido $
10.869,56[38].
Cinco
era los rubros de entrada del Ferrocarril
i Telégrafo de Bolívar ruta Sabanilla – Barranquilla, a saber: 1) fletes de
importación y exportación, 2) pasajes y equipajes, 3) deposito en bodegas, 4)
uso de muelles y 5) uso del telégrafo.
Durante
el primer semestre de actividades del ferrocarril en 1871 la Compañía no obtuvo
ganancia laguna, ingresos cercanos a los $ 18,000[39]
tuvieron egresos iguales, destacándose de manera especial los gastos
administrativos y de conservación del camino, cuando se suponía que ya estaba
entregada la obra y que su reparación no debía ser de inmediato. Es de suponer,
que la Compañía entonces estaba haciendo obras que le correspondía con su
capital, pero aprovechaba el que era ella las que llevaba las cuentas y podía
disponer de recursos a sus anchas. Y en efecto lo hizo.
Pero
a las cuentas antes citadas, la Compañía presentó otras nuevas por Valor de $
51,000, agregando el costo del “almacen de fierro en Salgar por $ 10,000; la
Composicion del castillo (antigua Aduana del Gobierno), $ 6,000; gastos por la
Compañía para un nuevo camino evitando el ascenso de la colina del Campo santo
de Sabanilla, $ 10,000; y gastos estraodinarios en el estación Montoya por $
25,000”[40].
A
lo anterior habrá que agregarle oras obras menores, y en especial el de la
Empresa de Cargas y Bongos que analizaremos más adelante. El Estado colombiano
de entonces, negociaba en desventaja, tal como hoy, con hábiles empresarios y
financistas con tradición en negocios especiales y con todo un mundo en el
medio judío dedicados a amasar dinero viniere de donde fuera. Los Señores
Hoenihsberg, Wessels, & C., en asocio con Koppel eran ventajistas por
naturaleza, y en esta ocasión, supieron lucrarse de la necesidad de un joven
Estado y una ciudad en resurgir y expandirse económicamente, como en efecto
sucedió.
Más
sin embargo, Sabanilla llegó a ser el puerto más importante de Colombia, ya que
desde 1881 hasta 1898 ocupo el primer puesto por ingresos generales de
exportación e importación. Por Sabanilla entonces salía el café de Santander,
mientras el de Cundinamarca y Tolima se repartía entre Santa Marta y Sabanilla
en momentos cuando dicho rubro comenzó a convertirse en el primer punto de
exportación del país.
En
su momento las estrellas de las exportaciones del país también salieron por
Sabanilla, destacándose el tabaco, sobre todo del Carmen de Bolívar; quina,
algodón, quina, añil, madera y cuero d eres entre otros.
Así
como hoy en día, cuesta menos enviar una carga de mercancías de China al puerto
de Cartagena, que de esta ciudad trasportarla en camión a Bogotá, sucedía lo
mismo en el pasado, cuando “De sabanilla a Hamburgo se puede ir cómodamente con
un gasto de $ 120, i para subir a Bogotá, casi es igual esta cifra”[41].
Los
que si no pagaban pasajes eran los parlamentarios de la época y altos
funcionarios públicos de la ciudad de Barranquilla. Que coincidencias, tal como
ayer, los congresistas aprovechándose de sus funciones. Decía al respecto el
Interventor Oficial del ferrocarril Sabanilla – Barranquilla, sobre dicho
aprovechamiento de congresistas y sus familias para viajar gratis en el
trayecto en mención.[42]
“…
para asegurar como aseguro al P.E. (Poder Ejecutivo) que aunque el activo de la
empresa ha tenido grande i sostenido incremento, gracias á la actividad del
tráfico por esta via, el sistema administración del ferrocarril es á tal
estremo deficiente ese punto á economías de fácil y de indispensable naturaleza,
que el pasivo ha devorado casi por completo los $ 26.000 total de las entradas
del semestre, dando un gasto mensual de $ 4.500 que a todas luces es desproporcionado
y por tanto injustificable”, responsabilizaba a “… tan desastroso sistema de administración
…”[43].
A pesar de todo, la
naturaleza y la obra civil impusieron a Sabanilla como puerto. El flete de una carga de
frutos del peso de 125 kilógramos pasando por el Canal del Dique costaba $
0.80; vía Santa Marta utilizando bongos era de $ 0.40; pero por conducción por
la vía férrea Barranquilla – Sabanilla, era de $ 0.45. Más sin embargo, de
acuerdo a explicación de 1871, el ferrocarril era economía y garantía como
ningún otra vía.
“De donde resulta que en
cuanto a precios de costo, la vía del canal es la ménos barata, e iguales las
de Sabanilla i Santamarta.
Atenta la seguridad de la
carga, la rapidez del trasporte, su fijeza en el tiempo, i la certidumbre de
que la recibirán inmediatamente los vapores de la travesía marítima, es
indudable que esta del ferrocarril en la primera, i puede agregarse la que
merece preferencia entre las dos, cuyos gastos son en cierto modo iguales.
Por la seguridad, una vez
que por la vía férrea no retribuye ningún derecho de aseguro, lo que sí sucede
por la de los caños i ciénagas.
Por la rapidez, atento a
que una carga despachada de caracolí a las 8 de la mañana del día 2 de junio,
por ejemplo, puede estar a bordo del vapor anclado en Sabanilla a las 6 de la
tarde del día 6. La tardía navegación por bongos jamás podría asegurar tal
rapidez de trasportes.
Por la fijeza en el
tiempo, pues el servicio del ferrocarril está arreglado por el reloj, mientras
que en el de los bongos intervienen varias i mui contijentes direcciones i
voluntades.
Por la certidumbre de que
la carga no sufrirá demoras de ningún jénero, pues los consignatarios de
Barranquilla no la dirijirán a su destino sino en tiempo oportuno para que
pasen inmediatamente a bordo. Esto no puede obtenerse por la vía de los caños,
atentas las continjencias de la navegación.
Por tanto, deduzco de los
anteriores datos, que también son aplicables a la importación, que esta vía del
ferrocarril es la que ofrece mayores ventajas al tráfico; i que por
consiguiente éste se reprtirá entre Sabanilla i Santamarta, con una grande e
inmediatamente superioridad a favor d ela primera vía, respecto a la
esportacion, i en sentido igual, pero de efectos mas lentos en cuanto a la
importación”[44].
Como
vemos, el ferrocarril pese al mal enfoque de negocios por parte del Estado,
representaba una obra de gran beneficio económico para la economía nacional de
la época y un gran impulso a Barranquilla como ciudad.
La
inconsistencia de un contrato no tan claro
Hacia
mediados de 1871, cuando entre la Compañía y el estado colombiano se discutía
sobre el pago del 7% anual por la inversión de la obra del ferrocarril, ya que
a decir del Ejecutivo, “si la Compañía no presenta sus cuentas comprobadas del
importe de la obra, la garantía no se pagará[45]”,
se abrió el debate sobre la adecuación del muelle de Sabanilla frente a lo que
hoy se conoce como el castillo de Salgar, que permitiera el adecuado cargue y
descargue de las mercancías procedentes de las embarcaciones fondeadas en el
mencionado puerto. Esto en razón, a que a decir del Ejecutivo:
“si
la práctica demostrase que el punto a donde termina el ferrocarril sobre la
bahía de Sabanilla, no está bien elejido i es inconveniente para la carga y
descarga de los buques, i que estas operaciones ofrecen riesgos i dificultades
que podrían evitarse designando para muelle del ferrocarril otro lugar de la
bahía, la Compañía está obligada a prolongar el ferrocarril hasta el punto de
dicha bahía que mas convenga a la seguridad de los buques, i al consiguiente
aumento de tráfico por el ferrocarril”[46].
Al
respecto hay que señalar, que la bahía de Sabanilla siempre tuvo problemas
naturales su navegabilidad para convertirse en un puerto seguro, sobre todo con
la debida profundidad para atender embarcaciones de gran calado, los cuales
fondeaban a lo lejos, desembarcando las mercancías del caso con ayuda de
remolcadores o bongas.
Ante
la situación presentada, caracterizada porque no todos las embarcaciones que
arribana a Sabanilla desembarcaban o embarcaban sus mercancías en el puerto
construido por la Compañía, el Ejecutivo le reclamaba a la Compañía “que si el
punto donde termina el ferrocarril hiciere necesario para la segura carga i descarga de buques buque el servicio de
remolcadores de vapor, la Compañía está obligada, o a prolongar el camino hasta
un punto adecuado de la bahía que vite el empleo de tales remolcadores, o a
establecer éstos por cuenta de la empresa, entendiéndose que, en este caso, los
beneficios que ellos produzcan se acumularán a los productos del ferrocarril; i
se tendrán en cuenta al liquidar la suma que el Gobierno nacional debe pagar a
la empresa por la garantía del 7 por ciento[47]”
El
Procurador tomó partido sobre el caso en mención, quien a través de Informe se
pronunció señalando al respecto:
“(…)
hai oscuridad del contrato en una parte sustancial, a saber, la de fijar el
punto hasta cual deba ir el camino de rieles que ha de poner en comunicación la
ciudad de Barranquilla con la bahía de Sabanilla”.
“(…)
el Gobierno tiene razón al sostener que la comunicación que debe mantener en
buen servicio la empresa, es entre Barranquilla i el punto de la bahía de
Sabanilla fondean los buques que taren los efectos de los mercados extranjeros”.
“(…)
su compromiso es comunicar la bahía con Barranquilla; (…)”
“(…)
Creo, pues que el Poder Ejecutivo tiene razón para exijir de la Compañía lo
establecido en las condiciones 3ª. De la resolución de 19 de septiembre. No así
lo de la condición 2q., úes una vez determinado el punto a donde debe llegar en
la bahía de Sabanilla es estremo de la vía, no encuentro en el contrato
estipulación alguna de la cual se deduzca la obligación en que esté punto, si
con el tiempo la práctica demostrase que el actual no estaba bien elejido”.
Remata
el Señor Procurador con una sentencia que bien habría cabido hoy en día, cuando
señala que “El contrato está redactado con tan poca previsión por parte del
Gobierno que el artículo 20 se dice “que el Gobierno general no intervendrá en
el arreglo económico del camino, ni podrá imponer obligación alguna a la
Compañía en cuento a la fijación de precios por fletes i pasajes”. De suerte
que si la Compañía no prolonga el muelle hasta donde fondean los vapores, o no
pone remolcadores por cuenta de la empresa, va a resultar que ella los pondrá
por su propia cuenta, sin que los fletes que ganen los remolcadores entren a
hacer parte del producido de la empresa, i el Gobierno tendrá que pagar el 7
por ciento de seiscientos mil pesos, sin otra base que el producido del
trasporte por el ferrocarril, desde el punto que toca con la bahía de Sabanilla
hasta Barranquilla. I en semejante situación, bien se comprende que la Compañía
puede hacer una operación sumamente ruinosa para el Gobierno (…)[48]”.
La
situación no era clara, toda vez que la Compañía hizo un muelle enmadera a la
orilla de la bahía de Sabanilla, frente al castillo de Salgar, el cual en su
longitud de entrada al mar, no propició un adecuado embarque y desembarque de
mercancía, por lo que hubo necesidad de utilizar remolcadores y bongos, a
través de una inversión que realizo la empresa del Ferrocarril, exigiéndole con
esto al Estado, que ella se abogaba el derecho a cobrar por el uso de los
mismo, recurso que serían contabilizados en las entradas de la operación de la
Compañía, y por ende no estaban en las cuentas del 7 por ciento que el Estado
colombiano le debía pagar por contrato. El Procurador al respecto fue enfático,
al señalar, que el contrato era desventajoso para Los Estados Unidos de
Colombia, en razón de la no claridad en la redacción del mismo.
Por
lo anterior, se nombró un Comité de arbitramiento entre el Estado y la
Compañía. En representación del primero se designo al señor Onofre Vengoechea,
y por el segundo al señor Salomon Koppel. Lo que hasta ahora desconocen muchos
historiadores sobre el tema, es que el señor Koppel era “Director Jerente” del Banco de Bogotá de la época, y el señor Vengoechea
era el “Contador” o revisor fiscal de
dicha entidad para el período histórico que estamos tratando[49].
Esto significo, que cuando salió el falló, se dio a favor de la Compañía, señalando
lo siguiente:
1º. Que desde el momento
en que la Compañía ha construido un ferrocarril entre la ciudad de Barranquilla
i la bahía de Sabanilla, es decir, hasta donde empieza la bahía de Sabanilla,
como consta de la dilijencia de inspección, la Compañía ha cumplido la
obligación contraída por el artículo 1o. Del contrato,
2º. Que la Compañía puede,
sin ulterior permiso del Gobierno, construir los muelles, diques y atracadores
que sean necesarios para el servicio del camino; i
3º. Que, en caso de que
construya estas obras, sus productos deben agregarse a los productos del camino
para los efectos del interés garantizado sobre el capital.
Por tanto, los árbitros
resuelven que la Compañía no está obligada a prolongar el camino hasta el
fondeadero de los buques en la bahía de Sabanilla, ni mucho ménos a establecer
remolcadores por cuenta de la empresa, de modo que los beneficios que ellos
produzcan se cumulen a los productos del ferrocarril, para el efecto de
liquidar la suma que el Gobierno nacional deba pagar a la empresa por la
garantía del 7 por ciento”. Dado el 22 de febrero de 1872[50].
Esto
dio para que la Compañía del Ferrocarril creara otra empresa llamada Compañía
de Remolcadores y Bongos, en donde entró a participar con el Estado colombiano;
empresa que también administró durante un buen tiempo al marguen del primero,
obteniendo excelentes usufructos.
En medio del
progreso los intereses económicos afloraron
La
legislatura del Estado de Bolívar el 24 de octubre estableció “acción de
denuncia de obra nueva”, contra los derechos de la Compañía de Bremen sobre la
posesión de privilegio de la vía férrea Sabanilla – Barranquilla. Esto en razón
a que los señores Santodomingo y Jimeno a través del apoderado Nicolás
Rodríguez, colocaron, alegando que la Compañía del Ferrocarril, en propiedad
del señor Julio Hoenigsberg, no tenía derechos sobre la concesión otorgada por
los Estados Unidos de Colombia en su momento.
En
sus alegatos el señor Rodríguez, que por cierto había sido Procurador del
estado colombiano, y en su momento había avalado todas las diferentes
negociaciones que se habían llevado a cabo en torno al cambio de propietarios
de la concesión del ferrocarril Sabanilla – Barranquilla, alegaba:
“En el presente año de
1870 aparece construyendo el ferrocarril una Compañía organizada en Bremen
(Alemania) en diciembre de 1869, con estatutos i directorio diferentes, i los
señores Hoenigsberg, Wessels i Compañía, apoderados de esta Compañía, sostienen
que es la misma Compañía inglesa:
El señor Hoenigsberg no me
negará que por lo ménos es preciso comprobar la identidad, i que es a él, a
quien le corresponde presentar la prueba.
Sé mui bien que una sociedad
anónima no pierde su identidad por que se cambie su personal, i comprendo
también que es mui posible que habiendo comprado algunos comerciantes de
Bremen, todas las acciones de la Compañía inglesa, resolvieses después
trasladar el domicilio de la Compañía a Bremen i cambiar los estatutos i el
directorio. Si es así como realmente han pasado los hechos ¿por qué el señor
Hoenigsberg no presenta los documentos comprobantes de esos hechos? En el
presente siglo, en que se le dá la vuelta al mundo en tres meses ¿no habrá sido
suficiente un año para conseguirlos?
Con presentar una cópia
auténtica del acto de la sesión en que la Compañía radicada en Lóndres,
resolvió en Asamblea general de accionistas, trasladar su domicilio a Bremen, i
otra cópia del acta de la sesión en que los señores Meir i Watjen fueron
nombrados de conformidad con los estatutos vijentes, directores de la Compañía
habría terminado esta cuestión, i el señor Hoenigsberg se habría evitado i nos
habría evitado mucho trabajo i muchas molestias”[51].
Como
se podrá analizar, la cuestión de la época, en donde los primeros
concesionarios querían arrebarle a los constructores finales del ferrocarril
Sabanilla – Barranquilla, a través de una gran leguleyada, la cual no tenía
pies ni cabeza en su reclamo, pero como el señor Jeneral Santodomingo Vila
contaba con gran influencia en el Estado Soberano de Bolívar, la demanda fue
acepta inicialmente.
A
decir del señor Hoenigsberg en su réplica señalaba: “Existen en la Secretaría de Hacienda i Fomento, los estatutos que la
Compañía del ferrocarril de Bolívar en Lóndres, formó con el fin de que esa
misma Compañía se liquidase i trasladase luego a Bremen, i se remitieron al
Poder Ejecutivo de la Union para que los aprobase, porque, como dije antes,
según contrato, la Compañía no podía sancionarlos como reglas, como lei d ela
Comañía, sin la aprobación del mismo Poder Ejecutivo.
Tales estatutos,
autenticados por el Cónsul de Colombia en Lóndres se enviaron al Poder
Ejecutivo hace algunos meses; i hago esta advertencia, porque tanto al
poderdante señor Jimeno, como a su poder-habiente, les ha dado por asegurar que
ya al fin, es que yo he venido a sostener la tesis de que la Compañía que ha
trasladado su residencia a Bremen, es la misma Compañía que residía en Londres”[52].
Recodaba
el señor Hoenigsberg, como habiendo vendido los señores Santodomingo y Jimeno
sus derechos a la concesión de la construcción del ferrocarril Sabanilla –
Barranquilla, y reconocido esta acción por ellos mismo y refrendada la venta de
tales derechos por el estado colombiano, tal como constaba en los Diarios Oficiales
de 1083 y 1532 de 1869.
Y
desde cualquier óptica no se entendía el cómo después de haber sido terminada
la obra, los señores Santodomingo y Jimeno querían apoderarse a la brava de una
acción comercial de la cual a decir del señor Hoenigsberg habían ganado más de
$ 25,000 por la venta de los “consabidos privilegios” que había obtenido en su
momento y luego vendidos.
Ante
la situación presentada los habitantes de Barranquilla se pronunciaron contra la
medida tomada inicialmente por el Estado Soberano de Bolívar en pronunciamiento
de lo que hoy llamamos “las fuerzas vivas” mediante pronunciamiento público el
22 de Diciembre de 1871, destacándose el papel asumido por todas las agencias
navieras establecida en nuestra ciudad a
través de sus representantes, tal como se puede observar en el manifiesto hecho
llegar al gobierno nacional.
Finalmente
un juez de la provincia de Cartagena negó la demanda de “obra nueva”,
instaurada por los apoderados de los señores Santodomingo y Jimeno ante la
presión ejercida y por no encontrar motivo alguno justificado por las
incongruencias de los demandantes. La obra continuó.
La
de manda contra la Compañía del Ferrocarril estuvo alterada por acciones
violentas y xenófobas, ya que tanto la vivienda como los negocios en especial
del señor Hoenigsberg fueron en varias ocasiones atacadas, por lo cual dicho
señor tuvo que colocar las denuncias respectivas, las cuales llegaron hasta las
altas instancias del llamado Poder Ejecutivo.
Los
señores Santodomingo y Jimeno a cualquier precio querían estar en el negocio
del ferrocarril, y ya antes había estado en el contrato del mantenimiento del
canal de la Piña, lo lograron cuando obtuvieron la concesión del Faro de Sabanilla,
por el cual le cobraban a las embarcaciones que se acercaban a llegaba a este
puerto.
Como
vemos, el ferrocarril Sabanilla – Barranquilla fue la puerta de la
internacionalización o globalización de Barranquilla, su despegue como ciudad
industrial, comercial y cultural, también fue base para las intrigas, la
corrupción, la improvisación por el estado en la contratación, pero finalmente
dejo una experiencia que lamentablemente hoy en día no ha cambiando cuando el
país en plena era de los tratados de libre comercio, carece de vías de todo
tipo para el comercio
[1] BLANCO BARROS, José Agustín. El
Norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla, Banco de la
República, Bogotá 1987, página 199.
[2]
Ibíd, páginas 201 y 209.
[3] BLANCO BARROS, José Agustín. El censo
del departamento del Atlántico (Partido de Tirradentro) en el año 1.777. Un
estudio de geografía histórica., Sociedad geográfica de Colombia,
Academia de Ciencias geográficas, www.sogeocol.co, página, 23.
[4] SOLANO, Paolo Sergio. El
puerto de Sabanilla durante el período colonial, en Revista HUELLA No.
17, 1986, universidad del Norte, Barranquilla, página 5.
[5]
Ibíd., página 4.
[6] CONDE CALDERÓN, Jorge. Espacio,
sociedad y conflictos en la Provincia de
Cartagena 1740 – 1815, Fondo de Publicaciones Universidad del
Atlántico, página 32
[7] NIETO ARTETA, Luis Eduardo. Economía
y cultura en la historia de Colombia,
Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1963, página 333.
[8]
Nichols Theodore, citado por: RODRÍGUEZ
BECERRA, Manual y RESTREPO RESTREPO,
Jorge, Los empresarios extranjeros de Barranquilla 1820 – 1990, Desarrollo y Sociedad, CEDE, Universidad de
los Andes, 1982, página 82.
[9]
Ver Diario Oficial 1244 de 1868.
[10]
Diario Oficial No. 603 de 1866, página 313.
[11]
Ibíd. Página 315.
[12]
Diario Oficial No. 602 de 1866, página 309.
[13]
Ver Diario Oficial 1237 de 1868.
[14]
Diario Oficial No. 1237 de 1868, página 1629
[15]
Diario Oficial 1255 de 1868, página 1702
[16]
Diario Oficial No. 1410 de 1868, página 2323.
[17]
Ver Diario Oficial No. 1698 de 1869.
[18]
Diario Oficial No. 797 de 1867, página 1080
[19]
Diario Oficial No. 681 de 1866, página 627
[20]
Ver Diario Oficial No., página 431
[21]
Diario Oficial No. 1532 de 1869, página 436.
[22]
Ver Diario Oficial No. 1532 de 1869.
[23]
Diario oficial No. 1765 de 1689, página 1377.
[24]
Diario Oficial No. 1532 de 1869, página 436.
[25]
Diario Oficial No. 2328 de 1871.
[26]
Diario Oficial No. 2193 de 1871, página 272.
[27]
Diario Oficial No. 2194 de 1871, página 275.
[28]
Diario Oficial No. 2452 de 1872.
[29] SOLANO DE LAS AGUAS, Sergio Paolo y CONDE CALDERÓN Jorge Enrique. Elite
empresarial y desarrollo industrial en Barranquilla 1875 – 1930, Ediciones
UniAtlántico, Barranquilla, 1993, página 39 – 40 – 41.
[30]
Archivo General de la Nación. Informe del Inspector Oficial del
Ferrocarril de Bolívar, Barranquilla – Sabanilla, Tomo I, Folio 32
[31]
Diario oficial No. 2267 de 1871, páginas 565 – 566.
[32]
Diario Oficial No. 2267 de 1871, página 566.
[33]
Ibíd, Folio 39.
[34]
Ibíd. Folio 45
[35]
Ver: CONGOTE, Gloria. El señor de las dragas, Contraloría General de la República,
Bogotá, 2001.
[36]
Diario Oficial No. 2267 de 1871, páginas 566 - 567
[37]
Ver: Diario Oficial 2505 de 1872, páginas 319 - 320
[38]
CORREA, Juan Santiago. El Ferrocarril de Bolívar y la consolidación del Puerto
de Barranquilla, revista de Economía Institucional, Vol. 14, No. 26, Bogotá,
2012. Este trabajo también se utilizó para hacer la relación histórica del
citado ferrocarril.
[39]
Diario Oficial 2371 de 1871, página 995.
[40]
Diario Oficial No. 3505 de 1872, página 320.
[41]
A.G.N. Ibíd. Folio 64
[42]
Ibíd. Folio 146
[43]
Ibíd. Folio 148.
[44]
Diario Oficial No. 2295 de 1871, página 681.
[45]
Diario Oficial 2487 de 1872
[46]
Ibíd.
[47]
Ibíd.
[48]
Ibíd.
[49]
Ver Diario Oficial No. 2480 de 1872, en
donde es publicado un Informe Financiero del Banco de Bogotá.
[50]
Diario Oficial No. 2487 de 1872, páginas 88 y 89.
[51] HOENIGSBERG, Julio. Ferrocarril de Bolívar Contra Replica de
Julio Hoenigsberg al Doctor Carlos N. Rodríguez, Bogotá, Imprenta de Medardo
Rívas, 1871, página 7.
[52]
Ibíd.
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