UNIVERSIDAD VIRTUAL
Puede ser virtual y gratuita
La revolución educativa
¿Cómo asistir sin pagar a cursos de calidad? Dos iniciativas, Khan Academy y Coursera, rompen la histórica relación entre los nombres y las sumas millonarias.
Por: Andrés Paramo Izquierdo
A un clic de distancia está, prácticamente, todo.
La llamada “era de la informática” ha generado una serie de procesos
autónomos de difusión y creación cultural, que, aunque muchas veces
enfrentados a obstáculos terribles, logran abrirse paso desde cualquier
lugar para fomentar la creatividad grupal.
El aprendizaje que
puede obtenerse a través de la red va a depender siempre del internauta.
Poco sorprende que los portales más visitados en Colombia sean, según
la Corporación Digital Colombia, aquellos que reproducen pornografía.
Para 2012 los 500 portales más visitados en Colombia fueron 15 de
entidades financieras, 13 del Gobierno, 11 de educación y 41 de
pornografía; de las 280 instituciones de educación superior que tiene el
país, sólo cinco clasificaron en el conteo.
Podría existir la
creencia de que una educación sistemática no puede lograrse a través de
internet. Ese pensamiento es cosa del pasado. Desde hace varios años el
término “educación virtual” ha empezado a ocupar la mente de muchos
profesores y alumnos, gestando así una especie de “revolución educativa”
que, bien aprovechada, no conocería límites. No sólo ha sido el uso de
dispositivos tecnológicos, sino la creciente atención que gobiernos y
entidades educativas han prestado a las tecnologías de la información y
telecomunicaciones. A pesar del pesimismo de algunos, los fundamentos de
esta “educación 2.0” son bastante estructurados.
En Colombia se
ha empezado a hacer lo propio. Iniciativas como la Universidad Nacional
Abierta y a Distancia han permitido que los estudiantes no se desplacen
hasta las sedes físicas, sino que tomen sus clases desde la casa.
Colombia Aprende, por su parte, quiere crear 33.000 contenidos nuevos
para padres e hijos para incentivar el autoaprendizaje y el soporte
virtual. En cifras llanas la cosa es así: 119 universidades han
incorporado tecnología e innovación en sus programas curriculares. La
idea del Ministerio de Educación es capacitar en el uso de nuevas
herramientas a 150.000 docentes para el próximo año.
La fijación
de objetivos claros en esta forma de educar lograría avances
impresionantes. Para Rafael Orduz, director de Digital Colombia, “un
nuevo tipo de formación se abre paso: desde la casa, porque al mundo no
le interesa ahora dónde aprendió usted; le importa sabe qué hacer con lo
que aprendió”.
En octubre de 2011 Daphne Koller y Andrew Ng,
profesores de informática de la Universidad de Stanford, adaptaron tres
de sus cursos para ser ofrecidos gratuitamente en internet. Tanto fue el
éxito que decidieron ampliar el proyecto hacia una audiencia mundial
que llamaron Coursera.
Un año después de abrirse al mundo, su
iniciativa cuenta con 3 millones de estudiantes afiliados (de 190
países) a más de 300 cursos ¿Cómo logró estos impresionantes números? Es
bastante simple. Coursera brinda la oportunidad de inscribirse de
manera gratuita en uno de los 330 cursos que dictan los mejores
profesores de 16 universidades del mundo. Duke, Washington, Princeton y
ahora el Tecnológico de México, son algunas de ellas.
Pero no es
sólo el video. Eso es tal vez lo más rudimentario. Lo que brinda este
programa es, en palabras de Koller, “una experiencia educativa real”.
Las clases son asignadas un día, para recibirlas bajo responsabilidad
propia de forma semanal. El video no avanzará si no se responden las
preguntas del profesor de forma acertada (individualizando en un 100% el
aprendizaje) y hay exámenes periódicos.
¿Cómo se califica a un
millón de estudiantes conectados en línea? Para las ciencias duras,
Koller se ayuda con la tecnología: un programa proveerá la nota y le
mostrará al estudiante dónde falló. Para las humanidades, el sistema más
efectivo, a la luz de los principales estudios en pedagogía, es la
calificación de pares: otros estudiantes califican el ensayo. Con esto
no sólo se gesta una camaradería mundial entre estudiantes, sino también
aprendizajes colectivos en pedagogía.
Algo similar, pero con
educación básica puede apreciarse en el programa de la Khan Academy: un
proyecto que comenzó con el video de Salman Khan enseñándoles a sus
primos a resolver ecuaciones trigonométricas, cuenta hoy con cientos de
clases virtuales que van desde matemáticas básicas hasta historia del
arte. Gratis.
El complejo programa de calificaciones con el que
cuenta sitúa al alumno dentro de un rango de aprendizaje. Las escuelas
que aplican el programa de la Khan Academy ponen de tarea los videos, y
lo que hoy se conoce como “tarea” se desarrolla en clase, entre los
alumnos, con asistencia del profesor. Ellos ya dejaron a un lado las
notas. Para reemplazarlas crearon una base de datos en la que clasifican
a sus estudiantes por “conocimiento aprendido”. Paso a paso, sin
afanes, al ritmo propio. En algunas ocasiones los alumnos más avanzados
ayudan a los que están estancados: de acuerdo con las estadísticas de
aprendizaje de Khan, todo estudiante atascado que logra comprender el
porqué de su error, avanza hasta el nivel superior. Igual que Coursera,
Khan tiene un registro de todo lo que hacen sus alumnos.
Ahora, no
se trata exclusivamente de la experiencia educativa por sí misma. Un
millón de estudiantes conectados en línea, dándoles clic a ciertas
respuestas, entregan como resultado un mapa. En la red todo es
rastreable, incluso el momento en el que un estudiante devuelve
determinado video unos segundos o yerra respondiendo una pregunta. Esta
gran cartografía mundial se convierte en una guía sobre cómo aprenden
los alumnos, qué necesitan, qué les gusta hacer para generar disciplinas
de estudio.
Está probado que la educación virtual potencia
fuertemente la iniciativa del estudiante. El anonimato de la red blinda
al alumno con una especie de valentía para hacer más preguntas (en foros
o en correos directos), para armar grupos de estudio, para hacer
críticas a la metodología de la clase, entre otras. Como lo afirma un
estudio de Digital Colombia: “la era digital ha abierto insospechadas
posibilidades para el autoaprendizaje, la creación de estructuras
horizontales que dan al traste con los tradicionales esquemas
autoritarios, la credibilidad colectiva, el aprendizaje descentralizado,
el aprendizaje en red, entre otros aspectos”.
Una verdadera
revolución sobre cómo y dónde se aprende se encuentra en el escritorio,
esperando el clic de una mente abierta para empezar a rodar.
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