POR UN CAMBIO EN LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA
Educación virtual y dictadura de clase
¿Por qué los profesores damos el mismo curso una
y otra vez? ¿En qué momento enseñar se convirtió en “dictar clase”?
Por: César Rodríguez Garavito
¿No tendría más sentido grabar las sesiones,
pedirles a los alumnos que las vean en su casa y liberar el tiempo de
aula para otras tareas?
Seguramente muchos profesores, de colegio o
universidad, han tenido las mismas dudas en momentos de tedio. Vladimir
Nabokov las hizo públicas hace varias décadas, cuando sugirió que la
Universidad de Cornell grabara sus clases de literatura.
Pero muy
poco ha cambiado. En la mayoría de universidades, los currículos y los
métodos de enseñanza no han tenido ajustes importantes desde mitad del
siglo XX, como lo dijo Larry Summers, exrector de Harvard, en un
artículo en el New York Times. En los colegios, con notables
excepciones, también rige la “dictadura de clase”, como llaman algunos
maestros ocurrentes al peso diario de impartir lecciones repetitivas.
Lo
llamativo es que el sistema se haya mantenido aunque el mundo haya
cambiado. Si es tedioso para los profesores, lo es aun más para
estudiantes que nacieron en la era digital: los que pasan buena parte
del día en las redes sociales, hacen tareas con materiales que bajan de
la red y dedican el 80% del tiempo que están en línea a ver videos.
Por
eso son alentadoras dos innovaciones que se están abriendo paso. La
primera es la explosión de cursos en línea. Una legión de universidades,
empresas, entidades estatales y profesores están grabando cursos
virtuales sobre temas tan diversos como álgebra, historia antigua,
derecho penal o diseño industrial. Aunque están en fase experimental,
iniciativas como Coursera, edX, TareasPlus o Khan Academy ya han
respondido la inquietud de Nabokov: basta una cámara, acceso a Youtube y
creatividad docente para evitar la repetición.
Pero un video no
reemplaza la interacción personal, ni el acompañamiento cercano de un
profesor presencial. Por eso el uso más promisorio de las clases
virtuales consiste en ser parte de “cursos invertidos”, en los que los
alumnos vean en sus casas las lecciones que hoy reciben en las aulas, y
resuelvan en las aulas los problemas y ejercicios que hoy se asignan
como tareas para la casa.
Esta innovación aprovecha las ventajas
de los dos modelos. De un lado, se transmite la información necesaria en
tutoriales grabados de alta calidad, seleccionados no sólo de los
materiales grabados por el profesor del curso, sino del universo de
lecciones disponibles en línea. Del otro, el tiempo de clase se dedica a
ejercicios de aprendizaje activo, desde resolución individual de
problemas hasta debates colectivos, en los que el profesor acompaña de
forma más personalizada a cada estudiante y profundiza los conocimientos
básicos.
Aunque es muy temprano para sacar conclusiones, las
universidades y los colegios que están experimentando con cursos
invertidos han reportado mejorías notables en logros académicos y
satisfacción de estudiantes y profesores. Por eso se están difundiendo
rápidamente en Europa, Estados Unidos y, tímidamente, en otras regiones.
Por
supuesto, estas innovaciones no son la solución a todos los problemas y
crean algunos nuevos. Por ejemplo, las tasas de deserción son altas en
los cursos en línea . Y algunos profesores temen que su rol cambie de
protagonistas a actores de reparto en las clases presenciales.
Son
dudas razonables que, sin embargo, no justifican el disfuncional statu
quo. A menos que queramos seguir con la dictadura de clase.
** Miembro fundador de Dejusticia.
@CesaRodriGaravi
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César Rodríguez Garavito | Elespectador.co
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