CARTA A LOS MAESTROS Y MAESTRAS COLOMBIANOS
Carta de Estanislao Zuleta a los maestros
Necesitamos maestros que nos identifique con los fracasados
Mi
vida, como la de todos ustedes, estuvo siempre ligada a la educación.
Fue una de mis grandes pasiones y preocupaciones. Cuando dictaba mis
clases en la universidad el salón se llenaba hasta el tope con
estudiante de otros cursos. No me iba mal como maestro. Por tal razón
guardo un gran aprecio y respeto por su profesión. Me duele mucho el
trato que desde la Colonia les han dado y en especial el mal trato que
han recibido del gobierno en la movilización social que con tantas
esperanzas libraron hace apenas una semana.
Entiendo su lucha como una lucha por la dignidad y en especial contra
el menosprecio de su oficio y el no respeto a su condición humana y
profesional. Es una lucha a la cual no pueden renunciar. En sus manos
está la posibilidad de construir una verdadera sociedad democrática, sin
la pobreza, la segregación y la exclusión que hoy vivimos. No me cabe
duda de que la educación en sus manos es una poderosa herramienta para
lograrlo. Su tarea de educar es imprescindible e irremplazable, por más
que unos cuantos tecnócratas se empeñen en tan descabellada idea.
Ustedes sabrán sacar las lecciones necesarias del reciente paro y
encontraran los caminos para seguir en la brega por lograr una mejor
educación para todos los niños y jóvenes que entusiastas van a los
colegios y escuela públicas de nuestro país.
Como un homenaje en su día, que debería celebrarse no solo en las
escuelas y colegios, sino en las calles y en las plazas de toda Colombia
como una gran fiesta y cuyos oferentes deberían ser no solo los
agradecidos y cariñosos estudiantes, sino la sociedad entera, quiero
dejarles algunas reflexiones que por los años 80 hice, precisamente para
la revista Educación y Cultura de Fecode, y que me parece pueden serles
útiles en estos momentos. https://rednelhuila.files.wordpress.com/2014/09/la-educacion-un-campo-de-combate-1.pdf
El mensaje es muy sencillo: hay dos formas de ser maestro y cada uno
podemos optar por una de ellas. Va pues, con todo cariño, lo que dije
hace unos años sobre lo que significa ser maestro*. Desde la eternidad,
feliz día.
Estanislao
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“El campo de la educación es un campo de combate. Todo el mundo puede
combatir allí, desde el profesor de primaria, pasando por el de
secundaria, hasta el profesor de física atómica de la Universidad.
Combatir en el sentido de que mientras más se busque la posibilidad de
una realización humana de las gentes que se quiere educar más se estorba
al sistema. Por el contrario, mientras más se oriente la educación a
responder a las demandas impersonales del sistema más se contribuye a su
sostenimiento y perpetuación. Repito, la educación es un campo de
combate; los educadores tienen un espacio abierto allí y es necesario
que tomen conciencia de su importancia y de las posibilidades que
ofrece”.
“Desde la primaria al estudiante se le educa en función de un examen,
sin que la enseñanza y el saber le interesen o se relacionen con sus
expectativas personales. Esta situación se repite una vez terminados los
estudios ya que es lo que la persona encuentra en la vida. Cuando
termina los estudios, el individuo no sale a expresar sus inquietudes,
sus tendencias o sus aspiraciones, sino a engancharse en un aparato o
sistema burocrático que ya tiene su propio movimiento, y que le exige la
realización de determinadas tareas o actividades sin preguntarle si
está de acuerdo o no con los fines que se persiguen. En nuestro sistema
educativo la gente adquiere la disciplina desgraciada de hacer lo que no
le interesa; de competir por una nota, de estudiar por miedo a perder
el año. Más adelante trabaja por miedo a perder el puesto. Desde la
niñez el individuo aprende a estudiar por miedo, a resolver problemas
que a él no le interesan. El capital ha puesto bajo su servicio y
control la iniciativa, la creatividad y la voluntad de los individuos.
Puede que el tipo de educación actual sea muy mala desde el punto de
vista del conocimiento, pero es ideal para producir un “buen
estudiante”, al que no le interesa aprender pero sí sacar cinco, y que
solo estudia por el miedo a perder el año. Una educación así es ideal
para el sistema y sus intereses.”
“Para poder ser maestro es necesario amar algo. Para poder introducir
algo es necesario amarlo. La educación no puede eludir esta exigencia
sin la cual su ineficacia es máxima: el amor hacia aquello que se está
tratando de enseñar. Además, ese amor no lo puede dar sino quien lo
tiene, y en últimas eso es lo que se transmite. Nadie puede enseñar lo
que no ama, aunque se sepa todos los manuales del mundo, porque lo que
comunica a los estudiantes no es tanto lo que dicen los manuales, como
el aburrimiento que a él mismo le causan. Y ante las fórmulas más
brillantes de los filósofos, antiguos o modernos, no cosechará más que
bostezos. El que enseña no puede comunicar lo que no ama. Si enseña 25
horas a la semana y dicta “lo que le ponen a enseñar”, independiente de
que le guste o no, a unos alumnos que no ven ninguna relación entre lo
que se les enseña y su propia vida presente, personal o familiar,
entonces el resultado se va pareciendo al que hemos venido presentando”.
“De los pocos profesores de los cuales a uno le queda un buen
recuerdo son precisamente aquellos a los que se les notaba que amaban y
sentían lo que estaban enseñando, independiente de la materia que fuera.
“Hay dos maneras de ser maestro. Una es ser un policía de la cultura;
la otra es ser un inductor y un promotor del deseo. Ambas cosas son
contradictorias. Un tipo de maestro es aquel que me califica, pero sin
consultar la vivencia que yo tengo de la vida, Otro tipo de maestro, al
que no le pagan ni lo nombran, es aquel que consulta mi vivencia de la
vida. Ambas figuras podrían ilustrarse en la persona de Baudelaire o en
la imagen del “hombre enfundado” que describe Chejov. Hay allí dos
maneras de ser maestro. “El hombre enfundado” se basa en esta premisa:
todo debe ser previsto, porque de lo contrario no se sabe qué puede
pasar. Este tipo de maestro trataría de que los alumnos no vayan a hacer
nada que perjudique a sus patronos o a los gobernantes; que sean
eficaces sin aspirar ni luchar por nada. Es un poco difícil decir en qué
medida los maestros son en sí mismos “hombres enfundados”. No hay duda
de que los maestros de este tipo le ayudan al sistema. Baudelaire es un
maestro en el segundo sentido: Nos enseña a ver el mundo en que vivimos
de una manera por la cual nadie le pagaría nada. Es un hombre capaz de
identificarse con todo lo que la ciudad rechaza, con lo que él llamó “el
vómito inmenso del inmenso París”, pero que en cambio no se podría
identificar con lo que en la ciudad es respetable. Se identificó con las
viejecitas que van por las calles y “danzan sin querer danzar, como
campanas. Se identificó con los alcohólicos, con el vino de los
zarrapastrosos, que “vienen con sus blancos bigotes como viejas banderas
de derrota y chocan contra el mundo como poetas, y mientras los esperan
horribles tragedias hogareñas expanden su corazón en gloriosos
proyectos”.
“Este es otro tipo de maestro. Un maestro nuevo. Un maestro difícil
de encontrar, ciertamente. Pero si los maestros, institucionales o
comunes y corrientes, quieren enseñar no sólo poesía, tienen que enseñar
a Baudelaire, es decir, entrar en contradicción con las exigencias del
sistema en que vivimos. Necesitamos un tipo de maestro que sea capaz de
darle al alumno el juego y la oportunidad para que sea él mismo, para
que se identifique con los fracasados, para que no se decida por los
exitosos. Baudelaire nunca escribió un poema sobre un general. Este tipo
de maestro hace que el alumno sea probablemente un mal empleado
bancario, pero un buen hombre. Un tipo de maestro como Baudelaire es un
hombre que puede indicamos la dirección. Él mismo lo dice de la manera
más dura: Embriágate con la poesía, con la religión, con el alcohol, con
lo que quieras pero no estés nunca sobrio. Embriágate, es decir, busca
algo más grande, lucha por algo más grande.”
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