EL DICTADO Y LA ENSEÑANZA
Así lo declaró la ministra de Educación francesa
El dictado vuelve a Francia
El país está inmerso en la polémica tras el anuncio que hizo el Gobierno de que la escuela recurrirá diariamente a este método en primaria para mejorar la ortografía de los alumnos.
Por: Gabriela Cañas
Para que el aprendizaje sea sólido, son fundamentales las
tareas repetitivas y la memorización. Los alumnos de primaria deberían
realizar dictados diarios”. Estas afirmaciones no provienen de un viejo
maestro de escuela nostálgico de antiguos métodos. Las ha expresado una
de los más jóvenes y progresistas ministros del Gobierno socialista
francés, la responsable de la educación nacional, Najat
Vallaud-Belkacem. Lo hizo el pasado 18 de septiembre y la polémica ha
estallado. Es lo habitual, por otra parte, en un país en el que la
educación es un asunto político de primer orden.
Los sindicatos
del sector han calificado su anuncio de “regalo para los reaccionarios”.
La derecha aplaude, con matices, la iniciativa. “Conocer bien la lengua
francesa es la prioridad de las prioridades”, ha dicho el ex primer
ministro François Fillon, uno de los líderes de Los Republicanos, que
como responsable de Educación en 2004 ya hizo una propuesta similar.
“Son muchas las investigaciones que demuestran el impacto de los
ejercicios frecuentes para fijar los saberes fundamentales”, insiste
Belkacem.
El dictado es, como decía recientemente el periódico Le Figaro,
“una pasión puramente francesa”. Se generalizó a finales del siglo XIX
en Francia y buscaba desarrollar el arte de la caligrafía. Los nuevos
sistemas educativos y los recientes medios de comunicación, como los
mensajes de texto a través de los móviles, han deteriorado la escritura y
la comprensión de la tan querida lengua francesa hasta extremos que
alarman a los docentes.
Decenas de universidades y de institutos ofrecen
talleres a sus alumnos para reforzar sus conocimientos en este asunto.
En 20 años, según el investigador de la Universidad de Toulon Loïc
Drouallière, las faltas de ortografía se han duplicado entre los
universitarios. Cada vez son más los jóvenes que se apuntan a esos
cursos de apoyo y que buscan el llamado certificado Voltaire. Se
consigue superando un examen consistente en un dictado y un cuestionario
de 240 preguntas en las que hay que identificar las faltas de
ortografía y gramática. Los universitarios saben que los que presentan
su hoja de vida con fallos en este terreno tienen menos posibilidades de
lograr el empleo que buscan.
Preocupan las salidas laborales en
un país en el que sigue aumentando el desempleo. Pero aún resulta más
penoso para la sociedad francesa comprobar la mediocridad de resultados
de su escuela pública, uno de los pilares de la república. La educación
está considerada como la mejor defensa de sus principios de igualdad,
libertad y fraternidad. El presidente François Hollande ganó las
elecciones en 2012 prometiendo contratar 60.000 profesores más durante
su legislatura y su cumplimiento va a buen ritmo. El ministro de
Educación de turno es uno de los de mayor rango del Ejecutivo. Fillon,
que quiere ser el candidato de la derecha para 2017, fue ministro del
ramo. Alain Juppé, mejor posicionado que Fillon en esa contienda, ha
iniciado el curso con la publicación de un libro sobre la educación, a
la que considera “la madre de todas las reformas”.
En contra de lo
que cabría esperar, sin embargo, los informes PISA de la OCDE nunca han
situado a Francia en los primeros puestos por el rendimiento de los
alumnos. Entre el primer informe, de 2000, y el último, de 2012, incluso
perdió posiciones. La comprensión lectora de los alumnos de quince años
está en la media de los 65 países analizados, entre los que hay
naciones mucho más pobres e incultas. Ocupa en el último informe el
puesto 21, por encima pero no lejos, por cierto, de España.
Belkacem
quiere mejorar los resultados de la escuela francesa, que, en contra
del principio republicano de la igualdad, muestra otra falla
imperdonable: un exceso de peso del medio social de los alumnos en sus
calificaciones. Los mejor posicionados sacan mejores notas. Es una de
las razones por las cuales el nuevo gobierno socialista eliminó hace dos
años los deberes en casa durante la primaria, lo que suscitó un debate
similar al que ahora se vive en España. En el pasado, Francia apostó
siempre por la educación de las élites. “Tras la Segunda Guerra Mundial
se optó por la educación masiva. Esto debió ir acompañado de un esfuerzo
intelectual que no se hizo”, explica el expresidente Valéry Giscard
d’Estaing.
El último intento de simplificar la ortografía francesa
data de 1991. La Academia Francesa pretendió cambiar 800 palabras de
las 50.000 existentes de uso corriente. Sustituir la ph por la f era una
de las propuestas. Eliminar los acentos circunflejos, otra. No salió
adelante. Se impuso el inmovilismo. Las actuales reformas tratan de
reducir la desigualdad y el aprendizaje de materias tradicionales como
el latín mientras se refuerzan el inglés y el dominio de lo digital.
Pero la lengua es otra cosa. “Los niños no saldrán de la primaria sin
controlar la lectura y la escritura”, ha sentenciado Belkacem con
firmeza.
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