LEER ES UN CUENTO REAL
El colegio en Bosa en donde los estudiantes leen 10 libros al año
1900 estudiantes y 65 maestros leen cinco veces más que el
promedio de los colombianos. Esta la experiencia del colegio Villas del
Progreso
Son 1.900 niñas, niños y jóvenes, capaces de devorar 10 libros en un año.
Una cifra muy destacada, teniendo en cuenta el promedio de los
colombianos, que está en 2.2 según el Centro Regional para el Fomento
del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), y alcanzando a otros
referentes mundiales como España, Corea y Estados Unidos.
Aquí se lee por placer. Y, principalmente, por el contagioso amor a los libros que Andrés Peña, un orgullosamente maestro de la educación pública de Bogotá, logró transmitirles a estos estudiantes, al punto de convertir la hora de lectura en un proyecto transversal para toda la institución.
Desde hace un año, todos los estudiantes y maestros tienen una hora de lectura diaria que inicia a las 8 de la mañana. Las cifras hablan por sí solas sobre el impacto que ha tenido: en
2014, con la participación de 620 estudiantes y 22 maestros, se leyeron
6.300 libros: un promedio de 10,2 libros por estudiante.
¡A leer se dijo!
‘10 libros en un año’ es el nombre
de esta iniciativa que se tomó el colegio Villas del Progreso. Una
experiencia que hay que ver para creer. Cuando llega el momento de
escoger un nuevo libro, los estudiantes se abalanzan sobre ellos,
esperando conseguir el ejemplar que le sigue al que están leyendo o
sobre el cual están interesados.
“Miren todo lo que leí el viernes”, dice Julián David Caicedo, un
estudiante de 3° de primaria, sacudiendo un ejemplar de ‘Faltan 77
días’, una historia de Francisco Leal Quevedo que cuenta las aventuras
de un niño en la escuela.
Al preguntarle sobre esta particular asignatura, en la que no hay
evaluación, sino que se lee por amor al libro, Juan David explica que
nunca antes había sido un lector juicioso, mientras ahora sueña y se imagina a esos personajes increíbles que encuentra en la literatura.
“A cada uno nos prestan los libros, leemos, y la profe los guarda en el
cajón hasta el día siguiente. Luego lo que más me gusta es compartir lo
que leí”, señala el niño.
Esta contagiosa enfermedad lectora se ha apoderado, incluso, de los
pequeños que aún están aprendiendo a leer, para quienes no existe
impedimento al momento de disfrutar de los personajes e historias de los
libros, pues sus maestras se encargan de utilizar esta hora para
leerles en voz alta.
Así mismo, la lectura ha impactado en la vida de los estudiantes
mayores del colegio, en donde los cuentos infantiles son reemplazados
por libros para todo tipo de gustos. Desde la serie de Harry Potter
hasta manuales de recetas de cocina y libros científicos de gran formato
ruedan por los pupitres y se intercambian entre los jóvenes.
Uno de estos grandes lectores de cocina es Michael David Calvo, quien
quiere estudiar gastronomía cuando termine el bachillerato. Por eso,
utiliza esos conocimientos de recetas e ingredientes plasmados en los
libros para empezar a profundizar en lo que espera sea su proyecto de
vida.
La receta para leer ‘10 libros en un año’
Esta idea nació en una mesa de la cafetería ubicada en la esquina del
colegio, en la que Andrés, junto con otros profesores, se reunían a
pensar cómo mejorar las competencias comunicativas de sus estudiantes.
La respuesta fue la lectura.
“Me encanta leer y creo en la lectura como un reformador de la cultura y como una herramienta para disminuir la segregación. Por eso estoy convencido de que lo mejor que un profe puede hacer es lograr que sus estudiantes lean”, asegura con orgullo Andrés Peña, quien, curiosamente, es docente de tecnología y no de español o humanidades.
Luego de un juicioso ejercicio estadístico, este maestro concluyó que
los países con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH) son también los
que tienen mejores niveles de lectura y viceversa. “Por eso pienso que
entre más se lee, más mejora el país”, resalta Peña.
Muchos libros, voluntad y un buen ejemplo lector son los
ingredientes para lograr que este experimento pedagógico llegue a buen
término. Aunque al principio los estudiantes y sus colegas
profesores eran escépticos frente al hecho de que pasaran una hora en el
salón dedicados a leer, la experiencia se ha encargado de demostrar que
niños y jóvenes no leían por falta de gusto, sino por falta de un
espacio y un mediador que los motivara a hacerlo.
De acuerdo con el seguimiento realizado por el creador de este proyecto, desde febrero de 2014 hasta la actualidad, la percepción positiva de la lectura mejoró al 95 %, gracias a la implementación institucional del proyecto.
El secreto está en dejar que cada lector se haga lentamente, a su
propio ritmo, sin imponerle tareas o informes, sino permitiendo que
forme un hábito. “Lo demás: comprensión, gramática, ortografía, vendrá con el tiempo y sin esfuerzo. Son el premio a un lector habitual”, dice el profe Andrés Peña.
Esta nueva obsesión lectora también ha llamado la atención de los
padres de familia del sector, que se han sorprendido al ver el interés
de sus hijos por todo tipo de libros. Incluso, en más de una ocasión la
madre de un estudiante ha manifestado que “ahora la única forma de que
se esté quieto es leyendo”, algo que le genera mucha satisfacción.
Así, como la competencia lectora ha mejorado, también se han transformado las actitudes de los estudiantes. “Hoy a los chicos les gusta leer. Se leen con gusto al menos 10 libros al año. Pero además la convivencia es otra en el colegio”,
concluye este maestro, quien con convicción ha demostrado que sencillas
acciones pueden generar grandes revoluciones al interior de las
comunidades educativas.
La ‘ñapa’: ¿tiene usted una enfermedad lectora?
Como parte del proyecto, los estudiantes se han propuesto
diagnosticar a otros jóvenes y personas externas al colegio a través de
un breve diagnóstico que consta de 10 preguntas que evalúan la salud lectora, además de presentar indicadores como el tiempo y la velocidad de lectura.
Luego de tener el resultado, puede que por sus niveles de lectura sea
diagnosticado con ‘grafosis crónica antilectora’, es decir, un alto
déficit de atracción hacia la lectura; ‘letritis aguda lectora’, para
quienes presentan alteraciones entre el hábito de lectura, el gusto por
leer y la decisión de no querer hacerlo cada día; o ‘diabetes
literaria’, que se produce porque falta endulzar un poco el ejercicio.
Conozca ‘10 libros en un año’ y entérese de cómo está su salud
lectora, contactando a los protagonistas de esta historia de la
educación a través de www.10libros.org.
Piensa, habla, actúa por la educación. Conoce más historias enwww.educacionbogota.edu.co
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