CÁTEDRA DE PAZ LEY 1732 DE 2014 CÁTEDRA DE PAZ - GÉNESIS DE LA VIOLENCIA



 HISTORIA DE LA VIOLENCIA


Un cráneo prehistórico encontrado en China, brutalmente golpeado, ofrece algunas de las pruebas de violencia entre seres humanos muy antiguas.


El descubrimiento se basa en las tomografías computadas en el cráneo humano de 126.000 años de antigüedad, conocido como el Hombre de Maba (llamado así porque sus restos fósiles fueron encontrados cerca de Maba, en la provincia de Guangdong, en 1958).


Los análisis revelan una fractura en el cráneo causada por trauma de fuerza contundente. La víctima probablemente fue golpeada con un arma, con una piedra, un hueso o trozo de madera, según el nuevo estudio.


"Esta persona tenía una lesión bastante seria. Se trata de un buen golpe”, comunicó Lynne Schepartz, miembro del equipo de la Universidad de Witwatersrand, en Sudáfrica. El golpe probablemente provocó una conmoción cerebral, seguida de náusea, vómitos y quizá daños cerebrales, dejando a la víctima indefensa, informó Schepartz.


Pero los análisis también mostraban que la herida consiguió sanar y Maba pudo vivir varios años tras el golpe, lo cual apunta a que hubo intervención y curación tras el golpe. "Se presionó el hueso hacia dentro. Los resultados apuntan también a que la causa de muerte de Maba no fue el golpe”.


Depender de otros para sobrevivir. Aunque la posibilidad de que la lesión fuese accidental (no descartan la posibilidad), los resultados indican que fue una herida provocada. “Es muy difícil golpearse accidentalmente en un área de la cabeza tan concreta”. A pesar del golpe, los restos muestran que Maba vivió hasta los 40 años, edad madura para un ser humano prehistórico.


El equipo que investiga el cráneo concluye que el tipo de recuperación de Maba coincide con pruebas encontradas anteriormente en fósiles neandertales, otros humanos antiguos. Aunque violentos, también se encargaban de cuidarse los unos a los otros. “Maba debió permanecer convaleciente durante días o tal vez semanas”, "Probablemente tuvo que descansar y por tanto necesitaba ayuda para conseguir alimentos. En una sociedad de caza, Maba tuvo que depender de otros para sobrevivir”.



Reflexión. Plantea una hipótesis de cómo crees que fueron los primeros enfrentamientos en los albores del desarrollo de la humanidad. Comparte tus ideas con tus compañeros, y entre todos hagan una dramatización ya acordada.
Por: Alfredo De León, magíster en ciencia política, editor y autor de textos escolares. Autor de la serie Trayectos de Paz, editorial Encuentro, 2016 - 2017


En su desarrollo evolutivo, separado del animal y unido en grupos u hordas para sobrevivir al medio natural de la época, el ser humano se enfrenta a sus propios congéneres en la búsqueda de alimento y refugio, y quizás también entabla peleas para defender o poseer una hembra. Fueron estos los inicios de confrontaciones violentas, que las hubo en el grupo mismo o en la horda, y con rivales externos.


En el momento de conformar comunidades grandes (tribus) y poblados, pasando del estado nómada al sedentario se avecinó la lucha por el poder, como también, al decir de Carlos Marx, por apropiarse de los excedentes de las cosechas o las cosas que, siendo colectivas, pasaban a ser propiedad del más fuerte.


En El capital, Marx nos dice que en la historia real [a diferencia del relato idílico de la economía política] desempeñan un gran papel la conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra”.


Federico Engels, en su Anti-Dühring (libro en el que dedica tres capítulos a la violencia), considera que “son siempre y en todas partes las condiciones económicas y los recursos de poder de que se dispone lo que ayuda a la violencia, a triunfar, y sin los cuales ésta deja de ser violencia”.


Charles Darwin, en El origen de las especies, proclamó al mono como padre del hombre, argumentando que sus instintos de lucha por la vida le permitieron seleccionar lo mejor de la especie y sobreponerse a la naturaleza salvaje. El mayor aporte de Darwin a la teoría evolucionista fue descubrir que la naturaleza, en su constante lucha por la vida, no sólo refrenaba la expansión genética de las especies sino que además, mediante esa lucha, aquéllas sobrevivían y sucumbían los menos aptos. Solamente así se puede explicar el enfrentamiento entre especies y grupos sociales, apenas el hombre entra en la historia, salvaje, impotente ante la naturaleza y en medio de cierta desigualdad social que, con el transcurso del tiempo, deriva en la lucha de clases, sobreviviendo el más fuerte.


“Una ojeada a la historia de la humanidad –dice Sigmund Freud– nos muestra al principio, en la pequeña horda humana, la mayor fuerza muscular, la que decidía a quién debía pertenecer alguna cosa o qué se debía hacer. Al poco tiempo, la fuerza muscular fue sustituida por el empleo de herramientas: triunfó aquel que tenía las mejores armas o que sabía emplearlas con mayor habilidad. Con la adopción de estos elementos de destrucción, la superioridad intelectual ya comienza a ocupar la plaza de la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: por el daño que se le inflige o por la aniquilación de sus fuerzas, una de las partes contendientes ha de ser obligada a abandonar sus pretensiones o su oposición” (Freud).


El curso se dividirá en dos: quienes contradicen a Darwin y Freud sobre sus apreciaciones de la violencia, y quienes los reafirman. El profesor dirimirá la controversia en clase.

   

Desde la más remota antigüedad, los hombres se enfrentaron por diversos motivos. En los últimos 5.000 años de la historia, la humanidad ha experimentado miles de guerra, en todas ellas con armas más poderosas que la fuerza humana. La historia de la humanidad es una historia de guerras y conquistas en la cual el más fuerte se impone al más débil, y si de los textos de historia quitáramos las guerras, se convertirían en un puñado de páginas en blanco.

La sociedad primitiva, con sus edades de piedra, fue presa de confrontaciones como la descrita al comienzo. La Edad de los Metales le abrió paso al esclavismo, con lo cual no ya pequeños poblados sino ante todo civilizaciones organizadas –egipcia, mesopotámica, hitita, persa, hebrea– se enfrentaron entre sí o contra otros pueblos, con el fin de oprimirlos, obtener ganancias económicas, poseer mano de obra esclava y disponer de mercado para sus mercancías.


Quien tenía el arma más potente, sucesivamente de cobre, de bronce y de hierro, llevaba las de ganar. El carruaje fue elemento de poder y las armaduras se usaron para proteger el cuerpo en combate hicieron de los antiguas pueblos y civilizaciones elementos de guerra.


En la Edad de Piedra, los mismos instrumentos ideados para defenderse de la naturaleza salvaje fueron trocados en armas de guerra. Luego, cuando el hombre descubrió los metales, construyó armas más mortíferas que la honda y la lanza con punta de piedra. Al irrumpir la pólvora en la historia, se fabricaron proyectiles para ser disparados por medio de un cañón. De modo que el arte de la guerra se perfeccionó entre el siglo XV y el XVIII, con la progresiva consolidación del arma de fuego como factor decisivo en la contienda. El uso de la pólvora se extendió rápidamente a los campos de batalla, y las armas tradicionales fueron sustituidas por arcabuces, mosquetes y cañones.






La violencia y sus teorías
§  Hay quienes sostienen que la guerra, como producto de la violencia y el deseo de poder, se genera en los instintos agresivos de la psicología humana.
§  Otros afirman que el deseo de expansión, animado por el poder político y el control económico, motiva la violencia.
§  El elemento cultural, explicado por la condición humana y el modo de vida, hace de los pueblos su inducción a la violencia. Los hititas han sido catalogados como un pueblo violento de la Antigüedad. Los aztecas tenían en la guerra su forma de vida. Los hebreos, al considerarse “el pueblo elegido por Dios en la Tierra” y estar en la búsqueda de su “tierra prometida”, arrasaron con quienes se oponían a su “destino manifiesto”. Hoy siguen haciéndolo al humillar al pueblo palestino. Entre tanto, Estados Unidos se considera amo y señor del mundo, y en esa condición dispone dónde y cómo entrar en conflicto.


Para Nicolás Maquiavelo, lo mismo que para Friedrich Nietzsche, la violencia es algo inherente al género humano y la guerra una necesidad de los Estados. Para los padres del socialismo científico, Marx y Engels, la violencia, producto de la lucha de clases, es un medio y no un fin, pues sirve para transformar las estructuras socioeconómicas de una sociedad. Igualmente, sostienen que hay una violencia reaccionaria que usa la burguesía para defender sus privilegios, y una violencia revolucionaria que tiende a destruir el aparato burocrático-militar de la clase dominante y socializar los medios de producción.


En el siglo V, San Agustín, teólogo que escribió La ciudad de Dios, arguyó que el Creador no era el responsable de que exista el mal, sino el hombre, ya que Dios –autor de las cualidades humanas y no de los vicios– creó recto al hombre, pero el hombre, corrupto por su propia voluntad y habiendo sido condenado justamente, engendró hijos corruptos y violentos. Entonces, del mal uso del libre albedrío se originó todo el proceso del mal.


En el siglo XVI, el protestante francés Juan Calvino pensaba, al igual que San Agustín y Martín Lutero, que algunos seres humanos estaban predestinados por Dios a ser hijos herederos del reino celestial; en tanto, otros, cuya naturaleza humana fue corrompida por el pecado original, estaban destinados a ser los recipientes de su ira y asimismo a padecer la condenación eterna.


En el siglo XVIII, Jean-Jacques Rousseau sostenía la teoría de que el hombre era naturalmente bueno pero que la sociedad corrompía esta bondad, y que, por tanto, la persona no nacía perversa sino que se hacía perversa, y que era necesario volver a la virtud primitiva.


¿Con cuál de las anteriores teorías o posiciones te quedas y por qué?

   

DE LA PROPIEDAD COMUNAL A LA PRIVADA, CON VIOLENCIA EN MANO


Al comenzar el ser humano a domesticar a los animales y cultivar la tierra, se presentó la primera división social del trabajo, ya que unos se dedicaron a la ganadería y otros a la agricultura. Esto produjo un aumento en la producción de ambos sectores, lo cual repercutió en un excedente, de carne o de trigo, por ejemplo. En un principio, tal excedente fue de propiedad comunal y se repartía entre todos los miembros de una misma tribu. Sin embargo, posteriormente el excedente pasó a ser propiedad privada de los jefes, sobre todo militares, del más fuerte, del hechicero que ejercía influencia. Pero aquí también sale a relucir la violencia, ya que quien se oponía a la apropiación privada era reprimido.


Con el aumento de la producción, en distintas actividades se produjo un excedente general en la economía primitiva, que comenzó a ser comercializado, es decir, intercambiado en diversas formas. Alrededor del intercambio de mercancías se desarrolló el comercio, ejercido por mercaderes profesionales. Pero con la expansión de la economía privada surgen las diferencias de clase, y las fuerzas represivas toman control del poder y con ello surge el Estado, aunque no como lo conocemos hoy, expresado en una forma de poder en pocas manos, y con esto la violencia del fuerte y poderoso sobre masas débiles y sin capacidad de reaccionar. 


Un factor determinante en la aparición de la propiedad privada fueron las guerras de conquista, sobre todo en los períodos de los metales. Estas guerras dieron como resultado el surgimiento de la esclavitud, a la cual los primeros en llegar fueron los prisioneros de guerra, que eran utilizados para labores pesadas, como la construcción.


Los hititas, pastores belicosos. Así se conoce a un conjunto de pueblos de origen indoeuropeo (hati, nesitas, luvitas, kasitas e hititas). Entre 2300 y 1750 a.C., estas comunidades emigraron del norte del mar Caspio y se establecieron al oriente de Asia Menor, en Capadocia, franja territorial bañada por el río Halys y comprendida entre los montes Tauro y el mar Negro.


Según la tradición, el imperio hitita fue fundado hacia 1700 a.C. por el legendario rey Labarnas, quien se impuso a las demás tribus del área con la fuerza de las armas. Posteriormente, entre 1400 y 1200 a.C., los hititas alcanzaron su máximo esplendor, extendieron sus dominios hasta Mesopotamia y se enfrentaron a los poderosos egipcios por el control de Siria y Palestina. El conflicto terminó hacia 1270, cuando el rey Hattusil III y el faraón Ramsés II llegaron a un acuerdo de paz, que se constituye en uno de los primeros convenios de ese tipo en la historia.



Los hititas eran ante todo agricultores y criadores de ganado, especialmente ovejas y caballos. Pero llegaron a desarrollar la metalurgia, siendo los primeros en trabajar el hierro, cuyo uso les garantizó éxito en sus conquistas al utilizar armas de este metal.


Para mantener su hegemonía, el reino hitita tenía un fuerte ejército cuyos integrantes eran reclutados entre la nobleza y los hombres libres. Su poderío radicaba en el uso de la caballería, dotados de armas de hierro y bronce. Los ingresos del Estado provenían del botín de guerra y los tributos en dinero, especie y trabajo, que pagaban las comunidades de vecindad y los hippars.


Finalmente, es importante anotar que, a pesar del espíritu expansionista del reino hitita, sus monarcas llegaron a diversos acuerdos de paz con los pueblos vecinos, en los cuales se establecían especialmente los derechos de tránsito para los comerciantes.





Tratado de paz egipcio-hitita (1278 a.C.). A pasar de la guerra, también había paz
El proyecto de tratado, grabado en lengua acadia sobre una tableta de plata sellada por Hattusil III (sucesor de Muwatallis en el trono hittita), se le mandó a Ramsés II, en su capital de Pi-Ramsés. El tratado, ligeramente retocado en Egipto y aprobado por Ramsés, fue devuelto a Hattus (capital del reino hittita). El ejemplar sellado por Hattusil III, dirigido a Ramsés, en el que se compromete bajo juramento, fue depositado a los pies del dios Ra y su traducción egipcia se grabó en los muros del templo de Amón, en Karnak, y del Ramesseum. El ejemplar que contenía el juramento de Ramsés se depositó en Hattus a los pies del dios Teshub, y transcrito en tablas de arcilla se conservó en los archivos reales, donde fue hallado. He aquí la versión conservada en Egipto:

Preámbulo

El año 21, el 21 día del primer mes de invierno, bajo la Majestad del rey del Alto y del Bajo Egipto, Usermaatre Setepenre, hijo de Ra, Ramsés-Meriamón, favorecido con vida eternamente y para siempre, amado de Amón-Ra, Harakhti, Ptah al Sur de su Muro y señor de Ankhtaui, Mut, señora de Ishru, y Khonsu Neferhotep, elevado sobre el trono de Horus viviente, como su padre Harkhti, eternamente y para siempre. 

En ese día, mientras Su Majestad se hallaba en la ciudad de Pi-Ramsés-Meriamón, dando alegría a su padre Amón-Ra, Harakhti, Atón, señor de los dos países de Heliópolis, Amón de Ramsés-Meriamón, Path de Ramsés-Meriamón, y Sutekh, el valeroso hijo de Nut, puesto que le habían concedido una infinidad de fiestas de Seth y una eternidad de años apacibles, todos los países y todas las comarcas montañosas postrados eternamente bajo sus sandalias, llegó el mensajero del rey, el segundo comandante [...] el mensajero del rey [...] Usermaatre Setepenre, Tartesub y el mensajero de Hatti [...] -sil, llevando la tableta de plata que el gran jefe de Hatti, Hattusil, hacía llevar al faraón para pedir la paz a Su Majestad Usermaatre Setepenre, hijo de Ra, Ramsés-Meriamón, favorecido de vida eternamente y para siempre, como su padre Ra cada día. 

Traducción de la tableta de plata que el gran jefe de hatti, Hattusil, hizo llevar al faraón por mano de su mensajero Tartesub y su mensajero Ramés para pedir la paz a Su Majestad Usermaatre Setepenre, hijo de Ra, Ramsés-Meriamón, Toro de los soberanos, que establece su frontera donde él quiere en cualquier país.


EL PRIMER GRAN TRATADO DE PAZ
(Proyecto enviado por Hattusil III)


I. Título. Tratado que el gran príncipe de Hatti, Hattusil, el fuerte, hijo de Mursil, gran jefe de Hatti, el fuerte, hijo de Suppiluliuma, gran jefe de Hatti, el fuerte, ha hecho sobre una tableta de plata para Usermaatre Setepenre, gran soberano de Egipto, el fuerte, hijo de Menmare (Sethi I), gran soberano de Egipto, el fuerte, nieto de Menpehtire (Ramsés I), gran soberano de Egipto, el fuerte; buen tratado de paz y de fraternidad, dando la paz y la fraternidad entre nosotros mediante este tratado de Hatti con Egipto para siempre jamás.


II. Situación anterior. En el pasado y desde siempre, la situación del gran soberano de Egipto con el gran príncipe Hatti era que, gracias a un tratado, el dios había descartado toda hostilidad entre ellos. Pero en tiempo de Muwattalli, el gran príncipe de Hatti, mi hermano, combatió con Ramsés, el gran soberano de Egipto. He aquí que a partir de ese día, Hattusil, el gran jefe de Hatti, ha hecho un tratado para asegurar la situación que Fra ha creado y que el dios de la tormenta (Sutekh) ha creado para el país de Egipto con el país de Hatti, de modo que nunca más existan hostilidades entre ellos.


III. Tratado. He aquí que Hattusil, el gran jefe de Hatti, ha hecho por sí mismo un tratado con Usermaatre Setepenre, el gran soberano de Egipto, a partir de este día, para que exista una buena paz y una buena fraternidad entre nosotros, para siempre; y él está en fraternidad conmigo y en paz conmigo y yo estoy en fraternidad con él y en paz con él, para siempre. 

Después que Muwattalli, el gran jefe de Hatti, mi hermano, partió para su destino, y Hattusil ha ocupado el lugar de gran jefe de Hatti sobre el torno de su padre, he aquí que ha quedado en paz con Ramsés, el gran soberano de Egipto, en paz y en fraternidad, y esto es mejor que la paz y la fraternidad que existían anteriormente en el país.


He aquí que yo, el gran jefe de Hatti, estoy en buena paz y en buena fraternidad con Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto. Y los hijos de los hijos del gran jefe de Hatti estarán en fraternidad y en paz con los hijos de los hijos de Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto, permaneciendo en nuestra situación de fraternidad y en nuestra situación de paz. Y el país de Hatti está en paz y fraternidad con el país de Egipto para siempre, como nosotros; y nunca jamás existirán hostilidades entre ellos.


IV. Cláusula de no agresión. El gran jefe del país de Hatti no entrará jamás en territorio de Egipto para tomar allí cualquier cosa; y Usermaatre Setepenre no entrará en el país de Hatti para tomar cualquier cosa allí.



V. Renovación de los tratados anteriores. Y yo mantendré el tratado regular que existía en tiempos de Suppiluliuma, el gran jefe de Hatti, y lo mismo para el tratado regular que existía en tiempos de Muwattalli, el gran jefe de Hatti, mi hermano, yo los mantendré. Así, pues, Ramsés-Meriamón mantiene la paz hecha entre nosotros desde este día; y nosotros obraremos conforme a esta situación regular. 
 
VI. Alianza defensiva. Si algún otro enemigo viene al país de Usermaatre Setepenre, el gran soberano de Egipto, y éste manda decir al gran soberano de Hatti: “Ven conmigo para ayudarme contra él”, el gran jefe de Hatti vendrá con él; el gran jefe de Hatti matará a su enemigo. Pero si el gran jefe de Hatti no tiene deseo de venir [en persona], le mandará sus soldados y sus carros y matará a su enemigo. 


VII. Acción común contra los rebeldes. Si Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto, se irrita contra sus propios súbditos y si ellos incluso le hacen alguna ofensa y si él marcha para abatir a su enemigo, el gran jefe de Hatti obrará con él para destruir a cualquiera contra los que ellos deban irritarse. 


VII. Recíproca de la alianza defensiva. Si algún otro enemigo viene contra el gran jefe de Hatti, y él solicita apoyo del gran soberano de Egipto, Usermaatre Setepenre, entonces éste vendrá para ayudarle a matar a su enemigo. Pero si no es deseo de Usermaatre Setepenre venir [personalmente], mandará su infantería y sus carros y aplastará a su enemigo. 


IX. Recíproca acción común contra los rebeldes. Si los [pueblos] sometidos al gran jefe de Hatti se rebelan contra él, Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto [...] enviará sus soldados y sus carros y los destruirán a todos [...]. 


XI. Extradición de refugiados políticos de Egipto. Si un grande huye del país de Egipto y viene al país del gran jefe de Hatti, o si es una ciudad o un distrito que pertenezca a los territorios de Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto, que viene al gran jefe de Hatti, el gran jefe de Hatti no lo recibirá. El gran jefe de Hatti lo mandará conducir a Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto.


XII. Extradición de los egipcios fugitivos. Si es un hombre o dos hombres desconocidos que huyen y vienen al país de Hatti para ser servidores de otro, no se les dejará en el país de Hatti; se les mandará a Ramsés-Meriamón, gran soberano de Egipto. 


(15) XIII. Extradición de refugiados políticos de Hatti. Si un grande huye del país de Hatti y viene al país de Usermaatre Setepenre, el gran soberano de Egipto, o si es una ciudad o una región cualquiera que pertenezca al país de Hatti, la que viene a Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto, Ramsés-Meriamón no lo recibirá y lo hará conducir al gran jefe de Hatti. No se le dejará establecer [en Egipto]. 


(16) XIV. Extradición de los hittitas fugitivos. Si es un hombre o dos, desconocidos, que huyen y vienen al país de Egipto para ser súbditos de otros, no los establecerá sino que los mandará devolver al gran jefe de Hatti. 


XV. Los dioses hititas y egipcios testigos del tratado. Para todos estos términos del tratado hecho por el gran jefe de Hatti con Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto, escritos sobre esta tableta de plata; para estas palabras son testigos conmigo mil dioses masculinos y femeninos del país de Hatti y mil dioses masculinos y femeninos del país de Egipto. El Sol, señor del Cielo, el Sol de la ciudad de Arinna; el dios de la tormenta, el señor del cielo; el dios de la tormenta de Hatti; el dios de la tormenta de la ciudad de Zippalanda; el dios de la tormenta de la ciudad de Betiyarik; el dios de la tormenta de la ciudad de Hissashapa; el dios de la tormenta de la ciudad de Sarissa; el dios de la tormenta de la ciudad de Alepo; el dios de la tormenta de la ciudad de Lihzin; el dios de la tormenta de la ciudad de [...]; el dios de la tormenta de [...]; el dios de la tormenta de [...]; el dios de la tormenta de [...]; Isthar, del país de Hatti; el dios de Zitariya; el dios Karzi; el dios de Hapantariya; la diosa de la ciudad de Karahna; la diosa de Tiro; la diosa de [...]; el dios de [...]; el dios de [...]; la reina del cielo; los dioses dueños del juramento; las diosas señoras de la Tierra, la dueña del juramento, Ischara; la señora de [...] los montes y ríos del país de Hatti; los dioses del país de Kiswadna; Amón, Fra, Sutekh; los dioses varones y hembras, los montes y ríos del país de Egipto; el cielo, la Tierra, el gran mar, los vientos y las nubes.


XVI. Cláusula conminatoria contra quien no observe lo tratado. Quien no observe todas estas palabras escritas sobre esta tableta de plata del país de Hatti y del país de Egipto, que los mil dioses del país de Hatti y los mil dioses del país de Egipto destruyan su casa, su país y sus servidores. Por el contrario, para quien observe las cláusulas escritas sobre esta plancha de plata, sea hitita o egipcio, y al que no las descuide, que los mil dioses del país de Hatti y los mil dioses del país de Egipto le den buena salud y hagan que vivan él, su casa, su país y sus servidores. 


XVII. Amnistía para los egipcios expatriados. Si un hombre huye de Egipto, o dos o tres, y vienen al gran jefe de Hatti, el gran jefe de Hatti los cogerá y los mandará de nuevo a Usermaatre Setepenre, el gran soberano de Egipto. Pero que al hombre que será devuelto a Ramsés-Meriamón, el gran soberano de Egipto, no le sea reprochada su falta, que no sean destruidas sus casas, sus mujeres, ni sus hijos, que no sea muerto ni herido en sus ojos, en sus orejas, en su boca, en sus piernas, y no se haga acusación alguna contra él. 


XVIII. Amnistía para los expatriados hititas. En igual forma, si un hombre huye del país de Hatti, o dos, o tres, y vienen Usermaatre Setepenre, al gran soberano de Egipto, éste los cogerá y los devolverá al gran jefe de Hatti. Pero el gran jefe de Hatti no les reprochará su falta; no serán destruidas su casa, sus mujeres, ni sus hijos; no se le matará ni se le mutilará en sus ojos, orejas, boca o piernas; no se le hará acusación alguna. 


[...]: Parte del texto que no se conserva en la actualidad.


COMPRENSIÓN LECTORA (17)


Argumenta

El texto anterior trata sobre:

(a)     Un acuerdo de paz.

(b)     Un tratado de paz entre hititas y egipcios.

(c)      Un Tratado de paz entre el gran príncipe de Hatti, Hattusil y gran soberano de Egipto, el fuerte, hijo de Menmare (Sethi I).

(d)     Un tratado de paz entre hititas y egipcios, firmado por el gran príncipe de Hatti, Hattusil, y el gran soberano de Egipto, el fuerte, hijo de Menmare (Sethi I) en representación de sus pueblos.

El tratado de paz entre hititas y egipcios se basó en:

(a)     Evitar la guerra.

(b)     Buscar la paz y la fraternidad entre estos pueblos.

(c)      La solidaridad.

(d)     La confianza hacia el futuro.

Infiere:

La lectura sugiere:

(a)     La guerra entre pueblos no es conveniente.

(b)     La guerra sólo trae destrucción.

(c)      La guerra es contraria a la paz y la fraternidad entre pueblos vecinos.

(d)     La guerra destruye vidas, opacando la paz y la fraternidad entre pueblos hermanos.

La lectura está dirigida a:

(a)     Estudiantes de primaria.

(b)     Estudiantes de secundaria.

(c)      A quienes aspiran a encontrar un ejemplo de paz en la Antigüedad.

(d)     A todo buen lector que aspira a encontrar un ejemplo de paz entre pueblos vecinos de la Antigüedad.

Propositivo

El sentido de la lectura es comprender que:

(a)     Es mejor buscar un acuerdo de paz entre pueblos vecinos.

(b)     Es mejor buscar un acuerdo de paz entre pueblos vecinos que vivir en guerra.

(c)      La paz entre pueblos vecinos trae la fraternidad basada en la historia de los dioses y sus antepasados.

(d)     La paz conlleva la fraternidad y evita la guerra entre pueblos vecinos.

Los dioses hititas y egipcios se hicieron garantes del tratado entre estos pueblos porque:

(a)     Eran la suprema autoridad moral.

(b)     La religión y sus dioses constituían la guía de estos pueblos.

(c)      Hititas y egipcios les tenían miedo a los dioses.

(d)     La religión en la Antigüedad unía a los pueblos.

Interpreta:

Según el texto, el acuerdo de paz entre hititas y egipcios fue un acto de:

(a)     Coraje entre pueblos que estaban en guerra y querían la paz.

(b)     Fe en sus dioses.

(c)      Una acción de coraje entre líderes de pueblos que estaban en guerra y prefirieron la fraternidad a la destrucción.

(d)     Todas las anteriores.



La lectura sirve para:

(a)     Visionar el futuro.

(b)     Comprender lo que es un tratado de paz.

(c)      Ser reflexivos frente a la paz y rechazar la guerra.

(d)     Entender que debemos buscar la paz antes que la guerra.

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